Daños colaterales
LOS casi cuatro años de guerra en Siria han dejado cerca de 175.000 muertos –la tercera parte de los cuales son víctimas civiles–, así como más de tres millones de refugiados. Este terrible conflicto armado, donde los crímenes de guerra y las violaciones de derechos humanos son tan constantes que no se consideran noticia, tiene como daño colateral la destrucción de su patrimonio. Un informe de las Naciones Unidas hecho público en las últimas horas destaca que la guerra ha causado la destrucción de veinticuatro sitios culturales, algunos de ellos considerados patrimonio de la humanidad. Entre los enclaves más afectados figura el casco histórico de Alepo, de más de 7.000 años de existencia, así como su Gran Mezquita, del siglo VII, donde están los restos del profeta Zacarías. Incluso la impresionante Palmira, antigua ciudad nabatea, ha quedado maltrecha. Este paraje turístico, situado en medio del desierto, no ha podido ser protegido de la artillería. El temor a que las colecciones sean saqueadas, como ocurrió en el Museo Nacional de Bagdad en el 2003, preocupa a los arqueólogos de la Unesco.
En internet pueden encontrarse imágenes terribles, entristecedoras, de la destrucción del patrimonio sirio. Una de ellas corresponde a la fortaleza de Qalaat al Mudiq, en una colina de Apamea, ciudad grecorromana que figura como recinto protegido, donde cuatro obuses impactan sobre el baluarte, el muro, el montículo y finalmente sobre el núcleo urbano. De fondo, se oyen las exclamaciones desesperadas de quien filma el bombardeo.
Las Naciones Unidas han querido advertir al mundo de la catástrofe cultural que se vive en Siria, al lado del drama humano. El pueblo sirio no sólo pierde a su gente, sino también su memoria. Y el drama no se detiene ante la mirada impotente del planeta.