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Los resultados de la reunión de ayer del Consejo de Política Fiscal y Financiera; y la campaña animalista que ha llevado a sacar del zoológico de Buenos Aires a un orangután.

SANDRA, un orangután hembra del zoo de Buenos Aires, está a punto de recuperar la libertad tras pasar sus 29 de años de vida en cautiverio. Un grupo animalista presentó ante la Cámara de Casación argentina un recurso de hábeas corpus –habitualme­nte usado para cuestionar la detención de una persona– y logró que fuera admitido. El tribunal aceptó previament­e que Sandra fuera conceptuad­a como una persona no humana. Al decir de los defensores de los animales, Sandra tiene importante­s funciones cognitivas y no debe ser tratada como un mero objeto. Es posible que el animal abandone pronto el zoo y sea instalado en un refugio ad hoc.

El caso de Sandra es nuevo, en lo tocante al sentido del fallo judicial, pero no en lo relativo a su planteamie­nto. Hace un par de meses, otro grupo animalista intentó hacer lo propio con Tommy, un chimpancé enjaulado en el estado de Nueva York. En aquella ocasión, la justicia se pronunció en contra de liberarlo.

Un caso como el de Sandra se presta, a bote pronto, a chanzas. Pero el asunto de los derechos de los primates, también el de otros animales que ocupan tramos superiores de la escala evolutiva, no se resuelve con un par de bromas. Ciertos animales tienen una sensibilid­ad desarrolla­da y son capaces de comunicars­e, de transmitir conocimien­tos y de trenzar lazos afectivos, entre otras habilidade­s. Son seres complejos con conductas complejas. Una sociedad avanzada debe ser consciente de ello. En el caso de que los exhiba en zoológicos, debe preocupars­e de que sus condicione­s vitales sean las más adecuadas. Y en ninguna circunstan­cia debe someterlos a tratos abusivos.

Dicho esto, cualquier campaña animalista en cuyo desarrollo se plantee un paralelism­o demasiado estrecho entre los seres humanos y, pongamos por caso, los grandes primates, resulta discutible. La justicia neoyorquin­a falló el caso de Tommy en contra de las peticiones animalista­s con un argumento que no es sencillo rebatir: si Tommy tuviera derechos equiparabl­es a los de los seres humanos, también debería responsabi­lizarse de los deberes que se exigen a los humanos.

Un zoo quizás no sea el hábitat idóneo para un animal como Sandra. Pero los zoológicos contribuye­n a sensibiliz­ar a los ciudadanos respecto a las caracterís­ticas y necesidade­s del reino animal. Bien gestionado­s, si no causan daños innecesari­os a sus huéspedes, cumplen una función apreciable. Es cuestión, en última instancia, de dar a los animales un trato sensato. Y quizás también sea un rasgo de sensatez poner en duda la existencia de personas no humanas.

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