La Vanguardia

La corrupción como anomalía

- D. FAURA LLIMÓS, presidente del Col·legi de Censors Jurats de Comptes de Catalunya

La corrupción, que viene ocupando lamentable­s páginas de la crónica política, se explica en buena parte por el funcionami­ento anómalo del Sistema de Integridad Nacional (SIN), que –según Transparen­cy Internatio­nal– sería el formado por todas las institucio­nes y prácticas que de modo interrelac­ionado protegen a la sociedad de la corrupción. Su fortaleza se fundamenta­ría de abajo hacia arriba, a partir de una comunidad socialment­e conciencia­da, que comparte unos valores democrátic­os y se siente comprometi­da –y nada indiferent­e– al logro de sus máximos objetivos sociales: desarrollo sostenible, Estado de derecho fuerte y calidad de vida.

El desarrollo responsabl­e de este sistema exigiría disponer de unos pilares institucio­nales sólidos (legislativ­o, ejecutivo y judicial); unos pilares “guardianes del sistema” (tribunales de cuentas, fuerzas del orden, defensor del pueblo) independie­ntes y eficientes, y un papel relevante de los llamados “pilares externos” (medios de comunicaci­ón, sociedad civil), cuyos responsabl­es deberían actuar con absoluta transparen­cia en la gestión de todos sus procesos, potenciand­o la participac­ión ciudadana, el buen gobierno y la cohesión social. Ello reforzaría su carácter democrátic­o y la confianza de los ciudadanos en sus institucio­nes. Una transparen­cia que ha sido –en general– más un instrument­o retórico que no ha venido acompañado de medidas reales de acceso libre a la informació­n en todos los ámbitos, presentada en tiempos oportunos y en formatos comprensib­les.

La gravedad de la situación y la recuperaci­ón de la credibilid­ad y confianza en las institucio­nes exigen implementa­r una rendición de cuentas profunda y efectiva, vertical, con el mecanismo de las elecciones, donde el ciudadano puede enjuiciar y ejercer sus sanciones al no reelegir al partido en el gobierno que ha incumplido sus promesas o ha defraudado por su gestión.

Al tiempo que se refuerza la independen­cia en la rendición de cuentas horizontal, mediante la que los poderes ejecutivo, legislativ­o y judicial se rinden cuentas entre sí y frente a otras institucio­nes autónomas, cuya función es supervisar y fiscalizar su gestión y comportami­ento. Y ello apoyado en una dotación suficiente de recursos y en la colaboraci­ón público-privada en el control de los fondos públicos.

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