Morir en la soledad más absoluta
Crónica de un mes en busca de María
María no volverá jamás a Motril. Salió de allí para labrarse un futuro en Barcelona. Su desaparición de más de un mes sumió a su familia en la tristeza. La joven había vivido en la capital catalana durante casi dos años sin haber dejado apenas rastro. Así, su búsqueda fue más compleja. Pocas pistas y callejones sin salida. Para mayor desesperación de quienes esperaban noticias desde su pueblo granadino, su plena identificación tampoco resultó fácil. Se localizó el piso que habitaba en el barrio de Vallcarca. Los investigadores encontraron el cadáver de una chica joven dentro del jacuzzi, María tenía 27 años recién cumplidos. Solo las muestras de ADN permitieron certificar lo que indicaban las evidencias, como su propia do- cumentación: la joven de la bañera, donde llevaba aproximadamente un mes, era María.
La terrible historia de esta desaparición dio comienzo un día después de su cumpleaños. Es decir, el pasado 4 de octubre. María Fenety Jiménez estaba hablando por el móvil con su madre. Le contaba cómo había ido la fiesta de cumpleaños, cuando le dijo que colgaba, que empezaban a temblarle las manos. Eso, que hubiera alarmado sobremanera a cualquiera, no llegó a resultar del todo perturbador en el caso de María. Sufría epilepsia desde pequeña. Su madre la fue llamando durante las horas siguientes. El móvil sonaba sin respuesta. El teléfono dio señal hasta el día siguiente a las 23.00, cuando previsiblemente la batería se agotó. La madre de la joven, Lidia Merino, presentó denuncia por desaparición en la comisaría de la Policía Nacional de Motril.
El caso llegó a la mesa de los investigadores del grupo segundo de la policía judicial de Barcelona. Enseguida se dieron cuenta de que la joven había dejado un rastro casi imperceptible por Barcelona. Su familia no tenía detalles fiables sobre su empleo o los lugares donde había vivido. ape- nas sabían que recientemente había alquilado a una “mujer rusa” un piso que, según sus familiares, “tenía jacuzzi”. Nada más.
El seguimiento de su móvil determinó que la conversación con su madre la tuvo desde algún punto del barrio de Vallcarca. Entonces se averiguó que había enviado un paquete hacía cierto tiempo a una de sus tías. Los agentes dieron con esta familiar y, a través de aquel envío, se determinó un domicilio anterior de la chica. En aquel, nadie conocía su nueva dirección ni habían vuelto a hablar con ella desde el cumplea- ños. Se consolidó la idea de que María no daba datos concretos de su vida, ni a familia ni a amigos. Sin embargo, alguien recordó que una persona la había ayudado en la mudanza. Esa persona fue clave. Dio una dirección en el barrio del Vallcarca.
Los agentes se desplazaron hasta allí y se dieron cuenta de inmediato del fortísimo olor que inundaba la escalera. Aquel inconveniente había llevado a los vecinos del bloque a movilizarse. Los agentes dieron con el dueño del piso, quien informó de que había alquilado el “loft con jacuzzi” a un mujer rusa, que, se dedujo, se lo había realquilado a María.
El juez autorizó la entrada y registro. Se halló documentación a nombre de la joven muy cerca de la bañera donde “en una imagen dantesca”, afirman fuentes del caso, se halló un cadáver boca abajo en muy avanzado estado de descomposición.
“Se habían diluido las huellas dactilares y las uñas y todo el tejido que quedó sumergido en el momento de la muerte”, añadieron fuentes del caso. La extracción del ADN se hizo del fémur. Aunque en Motril ya daban casi por segura la muerte de María, la confirmación científica no llegó hasta la semana pasada. Para su familia, será la primera Navidad sin María.
María interrumpió una conversación de móvil con su madre al encontrarse mal y ya no se supo nada más