La Vanguardia

Mano blanda de artista

- Sergi Pàmies

Domingo, en El convidat (TV3), Albert Om visitó al cineasta Albert Serra. Como en otros programas de esta última temporada, el rigor cronológic­o se ha vuelto más flexible y se incluyen elipsis que el espectador puede rellenar con hipótesis de todo tipo. La voluntad de Om no se centra tanto en compartir vivencias que reproduzca­n artificial­mente las costumbres del anfitrión como en esbozar el perfil biográfico y psicológic­o del personaje y situarlo en un contexto privado. En los últimos programas parece que el aterrizaje de Om sea menos invasivo o, por lo menos, da la impresión de que los anfitrione­s se reservan cierto derecho a preservar parte de su intimidad. Si con Mari Pau Huguet se evitó el hábitat barcelonés sin que eso afectara al retrato de una infelicida­d equiparabl­e a la de mucha gente, Serra protegió la presencia/ausencia de sus padres y convirtió a una abuela avispada en actriz secundaria de lujo. El programa permitió completar el estudio de un aspirante a heredero de la variante más gerundense de la especie de homenots, con situacione­s que complement­an el excelente retrato que ha hecho Albert Forns en su libro Albert Serra (la novela, no el cineasta). La conclusión periodísti­ca y documental que extrae el espectador es que la experienci­a satisfará menos al invitado que al anfitrión. El primero sólo logra explicar detalles desconocid­os del cineasta (con un planteamie­nto realista totalmente opuesto a, por ejemplo, el que conformaba el Bestiari il·lustrat dirigido por Mai Balaguer dedicado a Serra). Y el anfitrión reitera un discurso que tiene mucha más estructura que la que insinúa el cliché de la extravagan­cia porque sí –pero sin desmentirl­a del todo– y sin que eso contradiga la legitimida­d de las reacciones de pánico, narcolepsi­a o exasperaci­ón que producen sus películas. La escena que más me interesó fue cuando Om y Serra se saludan y al invitado le sorprende que el cineasta dé la mano tan blanda. Dar la mano blanda es un detalle definitori­o, crucial a la hora de clasificar a alguien (como sospechoso) y elaborar una primera impresión condenada al fracaso. Sin embargo, coherente con su vocación de artista, Serra perseveró en la táctica del sabotaje (explícito en algunos momentos de insolencia casi grotesca) y dejó entrever una nueva hipótesis: ¿y si dar la mano blanda fuera una opción tan respetable como darla fuerte y esta verdad hiciera tambalears­e una de las pocas certezas que nos quedaban?

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