El ‘ahijado’ del príncipe
Albert Llovera, piloto parapléjico, correrá su tercer Dakar con la ayuda económica de Al Attiyah, cautivado por su espíritu de superación
Nos conocimos en una gasolinera de México, en el Mundial de rallies del 2010. Yo estaba en la caja pagando y me abordó: –¿Eres Albert Llovera? –Sí, soy yo... –He seguido tu carrera. Eres la bomba. Eres una máquina, tío. El coche de ahí fuera con matrícula de Andorra es el tuyo, ¿no? Tengo ganas de ver los mandos... Oye, te pago la Coca-cola.
–No, tranquilo, ya me la pago yo...
Así comenzó, por aquellas casualidades de la vida, la amistad entre Albert Llovera, piloto andorrano de 48 años, postrado en una silla de ruedas desde los 18 por una paraplejia irreversible, y el príncipe qatarí Nasser al Attiyah, uno de los personajes del Dakar. Desde entonces, el andorrano y el qatarí forman una extraña pareja. No han dejado de verse, en Londres, en Barcelona, en Argentina, Chile o cualquier rincón del mundo donde haya un rally, la pasión que los une. Hay tan buen rollo que Albert correrá a partir del 4 de enero su tercer Dakar gracias a la relación casi de hermanos con Nasser, su padrino.
El destino ha acabado sonriendo a Llovera, que se quedó parapléjico con 18 años en una pista de esquí de Sarajevo, al cruzársele un juez. Chocó a más de 100 km/h y se fracturó tres vértebras dorsales; una lesión que le ha robado la sensibilidad del pecho hacia abajo y le truncó una carrera prometedora como esquiador, ya que Albert fue olímpico en Sarajevo’84, el más joven, con 17 años. No así las ganas de vivir, de competir y de disfrutar de la velocidad. En estos 30 años condenado a la silla, Llovera se ha reinventado, ha hecho de todo: ha sido subcampeón del mundo de baloncesto, colaborador de la NASA, protagonista de dos documentales ( El mundo es tuyo y Las alas del Fénix) y un libro autobiográfico ( No limits, Planeta), es padre de una preciosa chica de 18 años (atleta olímpica por Andorra), orto- peda, profesor de conducción para discapacitados y piloto de rallies. Todo ello ha sido posible con un único motor: su inagotable e impresionante espíritu de superación. Fue lo que cautivó a su mecenas qatarí.
“Empezamos a ser amigos en el Mundial de rallies del 2010. Él iba solo en su equipo y yo corría con Abarth y sólo llevábamos un coche, así que la FIA nos hizo pareja de hecho todo el año juntándonos para compar-
EL APOYO DEL DAKARIANO Nasser medió para que la firma Ooredoo de Qatar financiara un tercio del presupuesto de Llovera VALORES QUE ENAMORAN “A la gente de Qatar le gusta lo que demuestro, estas ganas de tirar adelante, mi espíritu de superación y tener resultados”
tir parcela”, explica Llovera. Tenían muchas cosas en común: además de la pasión por el deporte y los coches, eran los únicos pilotos del Mundial que habían participado en unos Juegos Olímpicos –Nasser, miembro del Comité Olímpico de Qatar, practica el tiro deportivo, fue bronce en Londres’12– y el primo de Al Attiyah, la persona que le introdujo en el automovilismo, se quedó en silla de ruedas por un accidente.
Fue en Londres, durante los Juegos, al ir a ver competir a su hija Cristina, cuando Nasser propuso a Albert correr el Dakar; una experiencia que Llovera ya había vivido –y sufrido en sus glúteos en forma de llagas– en el 2007 como mochilero de Markku Alen y Edi Orioli en Isuzu. Tuvo que abandonar por avería. “Me encantaba la idea, pero con lo que me cuesta un Dakar puedo correr todo el año el Campeonato de España de tierra”. Casi descartó la invitación, hasta que Al Attiyah, príncipe de Qatar (al ser primo hermano del actual emir), “hizo de intermediario con Ooredoo, el operador de telecomunicaciones de Qatar, para que patrocinase al equipo”. Corrió el Dakar 2014 con un buggy Optimus MD con los colores de Qatar, y este año repite con un buggy MD.
La firma qatarí aporta un tercio del presupuesto de 300.000 euros. Además de poder contar con su copiloto habitual, Àlex Haro, Llovera tiene a disposición el apoyo del equipo, el MD Rally Team, con dos coches de asistencia y dos camiones. “A la gente de Qatar le gusta mucho el tipo de vida que llevo y lo que demuestro, estas ganas de tirar adelante, mi espíritu de superación, y mis resultados. Les flipa que alguien con esta discapacidad pueda hacer estas cosas. Nasser se echaba las manos a la cabeza al saber que nadie me ayudaba en Andorra”.