Tres (mensajes) en uno

EL mensaje de Navidad del nuevo Rey tuvo la habilidad de marcar un perfil propio. Fue algo menos protocolario, suficientemente moderno y definitivamente más directo. Felipe VI desarrolló tres grandes cuestiones que preocupan a la sociedad española en estos momentos: la regeneración política, la recuperación económica y la cuestión catalana. El Monarca habló de las conductas impropias de servidores públicos, que entiende que provocan indignación y desencanto. Expuso que se necesitan referencias morales, principios éticos que reconocer y valores cívicos que preservar para emprender “una profunda regeneración política”. Igualmente dijo entender la preocupación de los ciudadanos por la economía. No fue triunfalista sobre las perspectivas de futuro, más allá de reconocer que el crecimiento mejora, pero recordó a las muchas personas en paro y apostó decididamente por crear no sólo empleo, sino empleo de calidad.

Sin subterfugios habló asimismo de Catalunya. Nada de citar la cuestión con eufemismos. Felipe VI reconoció el derecho de cada pueblo a sentirse respetado en su personalidad, cultura, tradiciones, lenguas e instituciones. Fue claro al comentar que se trata de un asunto que no es meramente económico, sino que afecta sobre todo a los sentimientos y propuso resolver las diferencias con el diálogo. En este punto hizo un canto al “mejor juntos” que funcionó en Escocia y apostó por un proyecto común que respete la pluralidad y genere ilusión y confianza en el futuro. Concluyó deseando una feliz Navidad en las cuatro lenguas del Estado.

Fue un mensaje impecable (y de esperanza) que hacía buena la frase de El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry: “Yo que reino estoy más sometido a mi pueblo que ninguno de mis súbditos a mi”.