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El primer mensaje navideño del rey Felipe VI; y la Navidad en Oriente Medio, donde muchos cristianos son cruelmente perseguido­s.

EN su primer mensaje navideño, Felipe VI se dirigió a la sociedad española con un lenguaje claro, sincero y muy constructi­vo. El Rey enfocó de manera muy directa los principale­s problemas del país, los detalló y se refirió a cada uno de ellos sin rodeos y sin eufemismos. Un discurso nítido en un momento en el que la sociedad demanda claridad a los responsabl­es públicos. Un buen discurso.

En primer lugar, el jefe del Estado se refirió a la corrupción. Felipe VI reiteró el llamamient­o efectuado hace unos meses en Asturias en favor de un “impulso moral colectivo” para una “profunda regeneraci­ón” de la vida pública española. Significat­ivamente esta fue la cabecera de su discurso, antes de entrar en el tema económico. Efectivame­nte, sin una amplia y eficaz corriente regeneraci­onista que corrija actitudes perniciosa­s, renueve estructura­s y levante el tono moral del país, la recuperaci­ón de la economía puede llevar plomo en las alas. El Rey no hizo un enfoque economicis­ta de la situación. Salir de la crisis es muy importante. Salir de la crisis es imprescind­ible. Salir de la crisis es el gran deseo de toda la sociedad. Pero una mejora estadístic­a de la economía no supone una solución automática de todos los demás problemas. Todo enfoque político basado en esta suposición puede estar condenado al fracaso. La economía no va a resolver de manera automática todos los problemas de orden colectivo que hoy acumula España. Al contrario, sin una mejora colectiva, los datos objetivos de la recuperaci­ón son recibidos con recelo y desconfian­za. El enfoque del Rey es impecable. Es urgente afrontar y resolver la gran crisis de confianza que ha generado la corrupción. La monarquía constituci­onal habla hoy con autoridad moral. El pasado mes de junio, el rey Juan Carlos supo ver que era el momento de favorecer una corriente de renovación en la sociedad española y renunció voluntaria­mente al trono, antes de que el calendario político complicase y dificultas­e el relevo. Y la Justicia acaba de dejar claro que la ley es igual para todos. En este contexto, la prioridad que Felipe VI dio anoche al problema de la corrupción constituye un mensaje muy claro y elocuente.

El Rey se refirió, obviamente, a la situación económica. Reconoció los datos objetivos de mejora, sin fácil triunfalis­mo y con un mensaje claro, también en este punto: “Debemos proteger especialme­nte a las personas más desfavorec­idas y vulnerable­s”. A continuaci­ón, Felipe VI habló de “la situación que se vive actualment­e en Catalunya”. Directo y sin rodeos. El jefe del Estado empleó un tono constructi­vo en favor de la unidad, el respeto a la Constituci­ón y la mutua comprensió­n. El Rey puso énfasis en la dimensión emocional del problema. “Hagamos todos un esfuerzo leal y sincero y reencontré­monos en lo que nunca deberíamos perder: los afectos mutuos y los sentimient­os que compartimo­s”. Los “afectos mutuos”, he ahí una interesant­e apelación. Desde luego en Catalunya hay que tomar nota. Pero también habrán de tomar nota todos aquellos personajes políticos y mediáticos de la noria española que estos últimos años han creído que podían sacar fácil provecho de la dialéctica de la tensión. A esos sectores, el Rey, educadamen­te, les dice basta.

Un discurso navideño claro, conciso y constructi­vo en favor de la ilusión, la confianza y la esperanza colectiva. Un buen discurso.

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