La Navidad de los perseguidos
LA Navidad ofrece a muchas familias de nuestro país un paréntesis vacacional y una ocasión para reunir a sus miembros dispersos. Son días de reencuentro y alegría, de fiesta y celebración en el marco de la tradición cristiana. Sin embargo, no todos los cristianos pueden disfrutar por igual de estos días. En muchos países padecen severa persecución. Más de cien millones, repartidos en medio centenar de países, sufren el acoso promovido por la intolerancia de quienes abanderan la interpretación estricta de ciertos textos religiosos. Un enviado de La Vanguardia ha estado en la antigua Nínive, en Iraq, y da cuenta en esta edición de la vida de los perseguidos.
Iraq es, precisamente, uno de los países donde dicha persecución ha alcanzado cotas superiores. Las cifras son elocuentes: en un decenio, ha pasado de tener un millón y medio de católicos a sólo medio millón. En los terrenos bajo su control, el Estado Islámico expulsa o asesina a los cristianos, viola y vende a las cristianas y obliga a sus hijos a convertirse. Tal situación se reproduce en países como Siria, Líbano o Egipto, y a lo largo y ancho de Oriente Medio, donde tradicionalmente habían convivido las diversas fes. Fuentes vaticanas indican que esta persecución no tiene, dado su volumen, precedentes ni siquiera en los primeros años de histo- ria de la Iglesia. Más del 80% de las víctimas de persecución religiosa en el mundo son cristianos.
El papa Francisco lleva tiempo denunciando la situación. Esta semana ha hecho pública una carta de Navidad específicamente dirigida a los cristianos perseguidos de Oriente Medio. Así lo ha hecho porque “para muchos de vosotros –dice el Pontífice– las notas de los villancicos están mezcladas con lágrimas”. Se refiere a los cristianos de a pie y también a los ministros de la Iglesia víctimas de la intolerancia. Y se refiere a las personas de otras etnias o fes, como los yazidíes, que son también diana predilecta de los fundamentalistas islámicos. Se trata de una persecución en aumento, que repugna a cualquier persona de buena voluntad.
Esta deriva debe ser interrumpida cuanto antes. Quizás no quepa esperar enmienda de los fanáticos que practican ejecuciones masivas y decapitaciones. Pero sí debe buscarse y alcanzarse mediante el diálogo y el acuerdo entre las jerarquías de las distintas confesiones religiosas. La mayoría de los fieles, cristianos, judíos, musulmanes o budistas, estiman su fe por lo que tiene de mensaje de amor. Es hora, por tanto, de que sus líderes espirituales dialoguen para aislar a los intolerantes. Y es hora, en suma, de que la diplomacia occidental se coordine para detener esta persecución.