La Vanguardia

Navidad en gris

-

Pilar Rahola

La noche era la hoja de una guadaña”, concluye el bello poema No hay milagros, que Joan Margarit dedicó a su hija Joana, cuando murió. La imagen es precisa, porque las noches de las añoranzas son guadañas afiladas, cuando el recuerdo de quienes nos han dejado todavía no es calmo. Dicen que el tiempo es el bálsamo, y es posible que consiga transforma­r la amarga ausencia en dulce presencia. Pero en el entreacto, ¡qué pausa tan larga, tan hiriente!

Sobre todo, en fiestas como estas... Lo había oído año tras año, cada vez que expresaba mi impúdica alegría por la Navidad: “Son unas fiestas maravillos­as, si no te falta nadie”. Pero como la muerte es siempre injusta, y no podemos sentir el dolor de los otros, porque no es transferib­le, no prestaba atención a los avisos, ansiosa de disfrutar del reino de emociones que la familia nos otorga, cuando funciona. Soy una enamorada de estos días de mesa con olor de sopa de galets, de locos bajitos removiendo las estancias, de abuelos sabios y padres menos apremiados, de las tradicione­s que guardamos como si fueran tesoros lejanos, otorgados por el dios de la constancia y la memoria. De todo y mucho, que todo está en la mesa de un comedor feliz, un día de Navidad. Todo... si no falta nadie... ¿Y ahora qué? Primera Navidad sin papá, él, el cabeza de mesa de todas las mesas de nuestra vida, rey absoluto de nuestras miradas, buscando una historia antigua, un consejo, una vieja canción que ya nadie recuerda, algunos aventis del Cadaqués salvaje que hervía en el interior de su alma. Y, por encima de todo, su presencia constante, arraigándo­nos a una verdad profunda, que daba sentido al absurdo de la vida. De repente, llega un día y se va, sin pedir permiso, sin habernos preparado para su ausencia, sin saber a quién dirigirnos, nosotros, que vivíamos a su alrededor, porque a su alrededor siempre había luz. Y, al irse, todo se tiene que reponer, como si fuera un espejo hecho añicos, que todavía refleja la idea, pero ya no sabe cuál es la imagen que esconde. Es difícil reescribir el libro de la vida cuando los padres se van, y es especialme­nte difícil aprender a disfrutar de la Navidad sin su fiel presencia. Yo todavía no sé, y me da miedo aprender, porque el día que haya aprendido la lección, significar­á que lo he perdido del todo. ¿No es eso, al fin y al cabo, el recuerdo, la aceptación de una pérdida?

Sin embargo, y como es de rigor, feliz Navidad a todos. Los que tienen a los suyos en la mesa, que alcen la copa de la vida y compartan el maná. Y los que tenemos una lágrima justo en medio del alma, también feliz Navidad, aunque sea para recordar todo el tiempo que los tuvimos y nos hicieron mejores personas.

Acabo con Joan Oliver: “Navidad sin ti. / Respiraba la falsa tristeza de los cantos y la danza, / y en la cálida noche invertida / buscaba la estrella de nadie, / porque esa sería la mía”.

Como si fuera un espejo hecho añicos, que todavía refleja la idea pero no reconoce la imagen

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain