SONYLEAKS Películas que fueron crisis
200 cines estrenarán la polémica ‘The interview’
El caso de la comedia The interview, coescrita, codirigida y coprotagonizada por el actor Seth Rogen, cuyos contenidos han desencadenado un sabotaje digital a Sony Pictures sin precedentes y llevó en primer término a la cancelación de su estreno no es el primer caso de una película cuyo discurso sirve a los custodios de las conciencias ajenas como coartada para montar en cólera. Muchos otros antes han clamado y montado, a veces de forma ostensible y otras desde la grisura silenciosa de un despacho con sello oficial.
El repaso de controversias es inacabable porque la narrativa y el espectáculo, desde tiempo inmemorial (pero en especial, en épocas y tierras puritanas) han sabido sacar de quicio a los escandalizables, pero no siempre esas controversias han rebasado las fronteras estrictas de lo artístico y su derredor natural.
El Gobierno estadounidense cree que el ataque contra Sony procede de Corea del Norte, el grotesco régimen que dirige el no menos singular Kim Jon Un, que calificó de “terrorismo” el filme, por el choteo de Seth Rogen (cuyo fuerte nunca ha sido el humor sutil). Tras anunciarse la suspensión de la première, varias salas independientes anunciaron su intención de estrenar la película. Ayer, se sumaron 200 salas de todo EE.UU.
Fue el propio Gobierno de este país quien puso palos en las ruedas al estreno de El gran dictador (1940), de Charles Chaplin. Aún faltaba un año para que las barras y las estrellas se sumaran a la II Guerra Mundial y la Casa Blanca no tenía claro si quería enemistarse con el narciso que gobernaba Alemania. La difusión de la película no fue masiva hasta que, tras el ataque a Pearl Harbour, aquel filme incómodo pasó a convertirse en propaganda conveniente para el Pentágono. Claro que lo nuestro fue peor: aquí El gran dictador se estrenó en 1976, cinco meses después de la muerte de ya saben quién.
ESTADOS UNIDOS La misma Casa Blanca que hoy clama contra Corea zancadilleó ‘El gran dictador’ en 1940
EL GRAN DICTADOR La película de Chaplin no se estrenó hasta que fue propaganda antialemana
De todas las figuras controvertidas en la gran pantalla, la palma se la lleva Jesucristo, tanto en sus versiones heterodoxas como en las más observantes del dogma. La última tentación de Cristo (1987), dirigida por Martin Scorsese, basada en la novela de Nikos Kazantzakis, causó un inmenso revuelo, manifestaciones y diversos altercados de colectivos cristianos en toda Europa. En Chile, la película fue prohibida y no se estrenó hasta que en el 2004, la Corte Interamericana de Derechos Humanos falló contra el veto oficial. Para ilustrar que la figura del Nazareno es capaz de provocar sarpullidos has-
ta en sus más literales adaptaciones, basta recordar las airadas protestas de muchos colectivos judíos con ocasión del estreno de
La pasión de Cristo (2004), de Mel Gibson, reacciones que generaron un debate internacional. Tampoco fue caso menor La vi
da de Brian (1979), de los Monthy Pyton, prohibida en Irlanda y Noruega —y publicitada en Suecia como “tan divertida que está prohibida en Noruega”—, cuya controversia llevó a la BBC a rodar un documental al respecto y a invitar a John Cleese y Michael Palin a un debate televisado. Aun- que haber bautizado al mesías como Brian consiguió evitarles los pleitos, no sólo los cristianos sino también los judíos protestaron. Todo lo cual redundó en disparar su recaudación. Pero quizá la provocación más brutal en torno a la figura de Jesús la firmó Pier Paolo Pasolini con el corto La ricotta, integrado en el filme Ro.Go.Pa.G. (1963), que rodó junto a Godard, Gregoretti y Rossellini. El episodio narra un rodaje de la crucifixión dirigido por Orson Welles en el que el actor que da vida al mesías, muerto de hambre, se da tal atracón de requesón (ricotta) que muere de una congestión estomacal en la cruz.
Pero no son sólo los sectores religiosos los que ponen el grito en el cielo por una película.
A Paul Verhoeven le tocó la lotería cuando los poderosos colectivos de gays y lesbianas de la costa oeste, por entonces los más influyentes del planeta, quisieron boicotear Instinto básico (1992) por entender que demonizaba la homosexualidad al hacer que la malévola Catherine Tramell (Sharon Stone) contara entre sus aficiones el sexo lésbico.
En España, la colección de controversias y censuras políticas durante el franquismo es inabarcable, pero algunos casos destacan por su pintoresquismo. Por ejemplo, que las críticas de L’Observa
tore Romano desencadenaran la prohibición de Viridiana (1961) y la orden de destrucción de sus copias. Otro tanto para el famoso “desnudo del guante” de Gilda (1946), que valió amenazas de excomunión para quienes vieran el filme. Pero mucho más relevantes son los casos posteriores a la dictadura. El crimen de Cuenca (1979), de Pilar Miró, asustó tan-
EN DEMOCRACIA ‘El crimen de Cuenca’ fue sometida a un tribunal militar en 1979 y secuestrada
ETA NO SE TOCA Desde 1978, ninguna película ha desatado un furor censor como el de ‘La pelota vasca’
to al gobierno de Adolfo Suárez, que sometió a la película y a su directora a un tribunal militar que secuestró la cinta. Dos años tardó en poder estrenarse.
Es tentador pensar que estas cosas ya no ocurren, no aquí. Pero no hace tanto la carrera del cineasta Julio Médem descarriló por las iras de la clase política por su documental sobre ETA. El ruido político que causó La pelota vasca. La piel contra la piedra (2003), por el pecado de reunir a voces de ambos lados, víctimas y verdugos, no tiene precedente. El PP boicoteó el rodaje y la AVT no sólo trató de impedir su estreno en el festival de San Sebastián, sino que convocó manifestaciones en los Goya del 2004, en las que se lanzaron consignas contra Médem, al que se acusaba de “pelota vasco”, e incluso de “cómplice del terrorismo”.
El caso de La pelota vasca es quizá el que más recuerda al ocurrido ahora con la comedia The
interview, de Sony, aunque hay algo que hilvana todos los casos, un pecado secreto pero bien conocido que atañe a la mayor parte de los que se rasgan las vestiduras contra películas comprometidas o paródicas: esos vociferantes guardianes de la rectitud no las habían visto. Y seguramente tampoco las vieron después.