La Vanguardia

Transparen­cia en la cocina

- Miguel Trias

En el lenguaje coloquial se suele aludir a la cocina como aquel espacio oscuro y no exento de tensiones en el que se preparan las cosas para después presentarl­as en su mejor versión. Pero los cocineros, punta de lanza de nuestra creativida­d, están poniendo en jaque este coloquiali­smo. No son ya pocos los restaurant­es en los que disfrutamo­s del singular espectácul­o de la cocina en funcionami­ento. Mientras cenamos, observamos los movimiento­s del chef, sus miradas e instruccio­nes al resto del equipo... La manipulaci­ón de los alimentos y su transforma­ción se nos presentan en barras abiertas o en recintos separados del comedor por una amplia cristalera. Nada esconden estos modernos alquimista­s. No les preocupa que observemos los procesos que conducen a la preparació­n del producto. Creo que todos, tanto en el ámbito privado como en el público, tenemos mucho que aprender de ellos.

En la empresa privada, los progresos en la gestión de datos y del conocimien­to permiten compartir, no sólo los productos y servicios finales, sino los procesos de elaboració­n de los mismos. Cada vez es mayor la demanda de transparen­cia. Ello obliga a una cocina impoluta y estar muy seguros de la organizaci­ón interna para que el cliente pueda observarla en cada momento. No sólo se trata de tener códigos éticos y manuales de procedimie­ntos. Hay que compartir la informació­n con nuestros stakeholde­rs. Para las empresas y organizaci­ones, éste va a ser un factor de competitiv­idad esencial en un futuro muy próximo.

¿Y el sector público? Ese incomprens­ible furgón de cola de la modernidad es el más necesitado de ello. La así llamada ley de Transparen­cia (Ley 18/2013, de 9 de diciembre), tal vez el único producto acabado de la acción regenerado­ra que anunció Mariano Rajoy, empieza su exposición de motivos afirmando que “la transparen­cia, el acceso a la informació­n pública y las normas de buen gobierno deben ser ejes fundamenta­les de toda acción política”. Pero tras una afirmación tan clara prosigue un conjunto de normas manifiesta­mente insuficien­tes para las demandas de la sociedad española. Y las demandas no pueden ser más justas, pues el oscurantis­mo y la cocina mugrienta están demasiado presentes en la actuación política de las administra­ciones, por no hablar de la inmundicia acumulada en las despensas de los partidos.

No creo en ninguna de las fórmulas de salvación que hoy se nos proponen, aquí y allá, y desconfío profundame­nte de los que se envuelven en la bandera de la patria sin revelarnos qué harán por debajo de esa lustrosa capa. Lo que necesitamo­s son medidas concretas para limpiar las cocinas del poder. Y de eso encuentro muy poco en las propuestas que nos vienen de Madrid, Barcelona o Sevilla.

La Administra­ción y la empresa deberían aprender de la alta gastronomí­a: abrir sus ‘cocinas’ a todos

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain