No es el futuro, sino el próximo presente
ESTAS Navidades he releído Les hores, de Josep Pla, una serie de reflexiones sobre el paso del tiempo de quien está en la madurez y siente cierta intimidación ante los calendarios, en particular sobre estas fiestas. “Ha pasado un año y tenemos uno menos”, escribe el escritor ampurdanés con la llegada de la Navidad, obsesionado por la irreversibilidad del tiempo. Pero, más allá de estas inquietudes, el capítulo es un canto a disfrutar del presente. Para Pla, el futuro es una mera ilusión, pues en realidad se trata de una sucesión ininterrumpida de presentes: “En el curso de la vida es imposible encontrar un cartel que diga Aquí comienza el futuro. Y es que no hay más que presente. El futuro que todo el mundo sueña no será más que otro presente, el próximo presente.”
Mariano Rajoy interrumpió sus cortas vacaciones gallegas para presidir el Consejo de Ministros y responder a las preguntas de la prensa. Rajoy podía haber dicho, como Pla, “un año menos”, porque el presidente tiene ganas de que nos olvidemos del pasado y nos pongamos a otear el futuro. O dicho planianamente, el próximo presente. El líder popular lo fía todo a la economía –los estudios macroeconómicos más optimistas de que dispone hablan de un crecimiento del 2,5% y de un paro por debajo del 20%– para recuperarse en las encuestas, pensando que dentro de un año habrá elecciones. Los otros dos asuntos que le preocupan son la lucha contra la corrupción, que es un asunto que no despeja, y el desafío soberanista en Catalunya, que no amaina.
Rajoy debería hacer caso a Pla, que denunciaba que, de tanto mirar al futuro, nos acabamos olvidando del presente: “Lo único que sabemos de cierto es que, desde que todo el mundo se ocupa del futuro, no se puede comer una tortilla decente.”