La reconciliación entre Qatar y Egipto cambia las cartas en la región
El acuerdo facilitará el combate de Arabia Saudí contra los Hermanos Musulmanes
En Gaza, Hamas, que depende de la ayuda de Doha, sigue con preocupación los acontecimientos
La reconciliación entre Qatar y Egipto, con la bendición de Arabia Saudí, tras un año y medio de conflicto está alterando de forma drástica el tablero estratégico de Oriente Medio. Hace dos semanas, los países del Golfo Pérsico se reconciliaron con la pequeña nación de Qatar que, con menos de 300.000 ciudadanos y un millón setecientos mil trabajadores extranjeros, es el país del mundo con el PIB per cápita más alto, 106.000 dólares en el 2013.
La riqueza de esta pequeña monarquía absoluta, controlada por la familia Al Zani desde hace más de un siglo y medio, procede de sus gigantescas reservas de gas y petróleo. En los últimos tiempos, Qatar había sido condenada por el sector más pragmático del mundo árabe que le acusaba de financiar a grupos islamistas, entre ellos el palestino Hamas de la franja de Gaza.
El gran protagonista de la tormenta que se vive en la región es el presidente egipcio desde hace poco más de medio año, Abdul Fatah al Sisi, que hace hoy una semana se reunió en El Cairo con un enviado del emir qatarí, el je- que Mohamed bin Abdul Rahman al Zani, y con Jaled al Tuwajiri, jefe del tribunal real saudí y secretario privado del rey.
Los dos países anunciaron que pretenden abrir una nueva página en sus relaciones y Doha subraya el papel de Egipto como lí- der del mundo árabe e islámico destacando que “la seguridad de Egipto es la seguridad de Qatar”. Uno de los objetivos prioritarios del emir es evitar que alguien pueda poner en duda la legitimidad del Mundial de fútbol del 2022 que está siendo organizado en Qatar.
El enfrentamiento entre los dos países empezó en julio del 2013 tras el derrocamiento del presidente Mohamed Morsi, líder de los Hermanos Musulmanes. El mes de marzo pasado, Arabia Saudí convenció a Egipto, Bahréin y los Emiratos Árabes Unidos (EAU) de retirar sus embajadores de Doha.
Oficialmente se acusaba a Qatar de intervenir en los asuntos internos de Egipto, pero los motivos reales eran más concretos: el apoyo de Doha a los Hermanos Musulmanes, declarados organización terrorista en Egipto y Arabia Saudí; su apoyo a las milicias islamistas que luchan en Siria y que no cooperan con Arabia Saudí; y las profundas relaciones entre Doha y Teherán, la principal rival de Riad en la región.
Qatar utilizó su arma no convencional contra Egipto: el canal Al Yazira, que pertenece a la familia Al Zani y que se convirtió en la portavoz de los Hermanos Musulmanes en su lucha contra el régimen egipcio.
La dependencia económica egipcia de las ayudas saudíes y de los EAU se traduce también en la “coordinación” entre Riad y El Cairo, tanto en el mundo árabe como en la comunidad internacional. Arabia Saudí creó una fuerza árabe sólida y pragmática, una especie de organización en la sombra de la Liga Árabe, a la que solo Qatar molestaba. Ahora les será más fácil a los saudíes dictar una política general contra los Hermanos Musulmanes y, de alguna forma, también contra Hamas y algunos grupos islamistas en Siria. También podrá reforzar el frente contra Irán.
Egipto espera que ahora, tras la reconciliación, Qatar al menos de forma oficial ponga fin a su ayuda a los islamistas y que la ca- dena Al Yazira, la de más alta audiencia en Oriente Medio, cambie su cobertura hasta ahora hostil contra el mandatario egipcio Al Sisi.
En Gaza, Hamas sigue con gran preocupación los acontecimientos ya que, últimamente, el movimiento palestino depende de la ayuda económica proveniente de Doha. Los analistas creen que Arabia Saudí podrá ahora, por medio del presidente Al Sisi, el enemigo número uno de los islamistas, dictar parte de lo que ocurre en la sociedad palestina.
Otro efecto secundario de este cambio es que Turquía se queda sola en su posición antiegipcia. Hasta ahora, Qatar y Turquía boicoteaban a El Cairo y al régimen de Al Sisi, pero ahora Ankara se queda sin aliada.
La reconciliación entre Egipto y Qatar crea una nueva jerarquía política en la región encabezada por Arabia Saudí. Esta coalición puede ser más eficiente en la lucha contra el Estado Islámico (curiosamente, parte de los ataques aéreos contra este grupo ya parten de la base aérea de El Ubeid de Qatar, que fue construida especialmente por este país para el ejército de EE.UU., convirtiéndose en la principal base norteamericana en la región.
La coalición también se prepara para, después de las elecciones israelíes del 17 de marzo, intentar volver a la iniciativa de paz saudí del 2002 que propone a Israel un acuerdo histórico con los palestinos a cambio de relaciones diplomáticas con 57 estados musulmanes, incluyendo todos los países árabes.