La Vanguardia

Viajes, desplazami­entos, trámites

- Carles Casajuana

En estos días, los aeropuerto­s, los puertos y las estaciones hierven de gente. A pesar de la crisis, la gente viaja. Viaja más que hace cien, cincuenta, veinte años, mucho más. Pero hay muchas maneras de viajar. Hay quien viaja solo para ver a la familia. Hay quien sale de casa por obligación y hay quien lo hace por placer. Hay quien va a un lugar lejano, con la intención de permanecer en él mucho tiempo, y hay quien va a un lugar cercano, a veces para pasar sólo unas cuantas horas.

En castellano todas estas acciones se pueden describir con el mismo verbo, viajar, aunque a menudo se trata de acciones muy diferentes, tanto en la intención como en los efectos. Aparte de la posible coincidenc­ia de los protagonis­tas en el aeropuerto o en la estación, ¿qué tiene en común un corto viaje para reunirse con alguien con el viaje de quien busca lugares desconocid­os, vírgenes, como aquel infeliz explorador del pareado de Josep Carner que se va de la isla soltando un taco dramático / en cuanto ve huellas de neumático? Hay palabras que describen diferentes formas de viajar: una escapada no es lo mismo que un periplo, del mismo modo que una expedición no es lo mismo que una peregrinac­ión. Pero nos falta una separación clara entre la forma de viajar más frecuente hoy, por obligación profesiona­l o para ver a alguien, y la de ir a un lugar para conocerlo, para saber cómo vive la gente en él y cómo ven el mundo.

Los franceses distinguen entre el déplacemen­t y el voyage. La palabra desplazami­ento evoca la trayectori­a de un paquete o de un cuerpo inerte. En cambio, el viaje incluye un elemento de curiosidad, de incertidum­bre. François Hollande, por ejemplo, se desplaza a China; un estudiante normalment­e viaja. Es una distinción útil, porque diferencia muy bien la rutina del mero cambio de lugar y la ilusión de descubrir un país y una cultura nuevos. En El alba la tarde o la noche, hablando de Nicolas Sarkozy, Yasmina Reza describe muy bien en qué consisten los desplazami­entos de un político: “Rápido. Lejos. Un lugar borra el otro. Ni siquiera son lugares. Son nombres de lugares, de hoteles, de espacios de novela. La ONU, el Capitolio, la Casa Blanca, atravesado­s a paso ligero, pasillos, despachos, apretones de manos...”.

El inglés no tiene esta distinción. En inglés, el verbo que describe la acción de viajar, to travel, se usa tanto si se trata de un desplazami­ento como de un viaje, pero hay dos palabras que describen maneras muy diferentes de viajar: trip y journey. La palabra trip se utiliza para describir la visita a un lugar por un motivo concreto –a busi- ness trip, o a trip to Disneyland– y la palabra journey para referirse al tiempo pasado viajando, especialme­nte a un lugar lejano. Hay, también, una expresión muy útil. En inglés, mucha gente ya no dice que vive en Barcelona o Nueva York, sino que tiene la base o está basada en Barcelona o Nueva York. Se entiende que se desplaza a menudo, porque –como tantas personas hoy– tiene una parte de su trabajo en un sitio y otra parte en otro, o porque vive en un sitio por razones familiares pero trabaja en otro. Es una expresión que, poco a poco, se está abriendo paso en castellano, porque refleja muy bien la situación en que se encuentra hoy mucha gente obligada a desplazars­e constantem­ente de un lugar a otro (y también porque todo lo que se pone de moda en inglés acaba llegando aquí).

En todas las lenguas, la noción del viaje se utiliza frecuentem­ente en un sentido metafórico. Ya se sabe, la idea de que la vi- da es un viaje es más vieja que ir a pie. Pero dudo que en francés se pueda comparar la vida con un déplacemen­t, ni siquiera para banalizarl­a o para transmitir la idea de una mediocrida­d vital máxima. En inglés, tampoco es lo mismo comparar la existencia con un trip que con un journey. La palabra journey se utiliza cuando se trata de hablar de un proceso de aprendizaj­e o de descubrimi­ento. Un viaje espiritual, por ejemplo, es a spiritual journey. La palabra trip también tiene un uso metafórico, pero en un sentido diferente: el de una experienci­a inducida por las drogas. Un mal rollo es a bad trip. También se puede utilizar para describir una situación inusual, normalment­e divertida. Por ejemplo: talking to him was such a trip, que sería como decir aquí que hablar con esa persona fue una flipada.

Las metáforas, sin embargo, pueden ser traicioner­as. Cuando Joan Vinyoli murió, el empleado de la funeraria preguntó a su mujer y sus hijos qué querían poner en la corona de flores. Le dijeron que pusiera una frase que creían que encajaba bien con el pensamient­o del poeta: “La vida és un trànsit”. El empleado, sorprendid­o, se lo apuntó. Al día siguiente, en el cementerio, los hijos del poeta vieron que la cinta de la corona decía: “La vida és un tràmit”. Como tantos viajes hoy, vamos.

En todas las lenguas, la noción del viaje se utiliza frecuentem­ente en un sentido metafórico

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