Las lecciones del tsunami
La gran catástrofe, de la que se cumplen diez años, evidenció la necesidad de mejorar la coordinación de las emergencias
Vivimos en un mundo donde se han incrementado los desastres naturales. Tenemos que aprender de lo ocurrido para encontrar las medidas más efectivas que mitiguen la devastación”, manifestó ayer Prayuth Chan-ocha, primer ministro de Tailandia, en Khao Lak, localidad que perdió 3.000 vidas del total de casi 230.000 víctimas mortales que dejó el devastador terremoto de 9,1 grados de magnitud ocurrido el 26 de diciembre de hace diez años. El seísmo derivó en varios tsunamis que alcanzaron a 14 países del Índico, entre ellos Indonesia, Sri Lanka, India y Tailandia,
En el momento de la historia en que la industria humanitaria se enfrenta simultáneamente a más crisis, desde los conflictos armados en Sudán del Sur, República Centroafricana o Siria hasta la epidemia del ébola, las lecciones que dejó el tsunami sobre cómo afrontar emergencias son especialmente valiosas. Mientras algunas organizaciones alimentan su autocomplacencia a la hora de analizar su papel tras el terremoto, la Coalición de Evaluación del Tsunami (TEC, en sus siglas en inglés), integrada por donantes, agencias de la ONU y oenegés. fue desde el primer momento muy crítica sobre cómo se actuó teniendo en cuenta que se recibió “la ayuda financiera más generosa jamás registrada, más de 10.500 millones de euros de la comunidad internacional”. Pero más dinero no es siempre sinóni-
CIFRA RÉCORD La comunidad internacional destinó 10.500 millones de euros a los afectados
LA RESPUESTA Asia ya dedica muchos más recursos a la prevención de desastres
mo de más eficiencia. “A diferencia de lo ocurrido en otros desastres, aquí no hubo vacíos económicos; sin embargo, tanto la respuesta a la emergencia como la fase de recuperación podrían haber sido mejores”, subraya la TEC. Médicos sin Fronteras (MSF) anunció a las pocas semanas que ya disponía de los recursos necesarios, 102 millones de euros, invitando al donante a que destinara su dinero al fondo global de emergencias.
“La gran lección del tsunami es que había alertas y no se hizo nada, ahora sí se actúa. El papel de los países asiáticos es cada vez más importante, están muy organizados”, apunta Teresa Sancristóbal, coordinadora de Emergencias de MSF.
Sancristóbal había empezado sus vacaciones, tras una etapa en Darfur, cuando la noche del 26 de diciembre del 2004 tuvo que volar a Sri Lanka. “En las grandes catástrofes hay que ser capaz de movilizar muy rápidamente el material y al personal y tener claras cuáles son las prioridades, qué es lo vital en cada momento. La coordinación es una locura, es muy difícil que la gente vaya a las zonas más remotas, pero se tiene que atender a todos, estén donde estén. La ayuda se concentra en unos puntos, los más visibles mediáticamente. ¿Quién es el culpable? Todos, si OCHA (Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU) no se mueve mucho de la capital no sabrá cuá- les son las necesidades”, opina Sancristóbal.
“En estos diez años, Asia ha cambiado mucho, dedica muchos más recursos a la prevención de desastres, tiene sistemas de respuesta más eficaces”, apunta Francisco Rey, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria. En este sentido, destaca los acuerdos a los que se llegó, unas semanas después del tsunami, en la Conferencia Mundial sobre la Reducción de Desastres de Hyogo, en Japón, en la que 168 gobiernos aprobaron un plan a 10 años para lograr un mundo más seguro frente a las amenazas naturales. En junio del 2006, ya se puso en marcha una red de alerta de tsunamis en el Índico.
El informe de la TEC señala las dificultades de los actores humanitarios a la hora de contratar a personal cualificado y con experiencia tanto en el primer momento como en la etapa posterior de reconstrucción de las zonas afectadas. También pone de relieve “la falta de conocimiento del contexto, lo que condujo a errores como apoyar el aumento de la pesca cuando ya estaban agotadas las reservas de peces o la falta de vínculos entre las agen- cias , las comunidades, el gobierno y el sector privado”.
Las oenegés llegaron en masa dándose casos como el de una empresa sin experiencia que asumió la construcción de centros de salud y la coordinación de la asistencia sanitaria en Aceh (Indonesia), la zona más afectada. Se invirtió mucho, aunque no siempre de manera eficaz. Los fondos recibidos por el tsunami tocaron a 5.400 euros por afectado –según la TEC–, cifra que se redujo a dos euros per cápita para los 36 millones de damnificados por las inundaciones de Bangladesh del mismo año.