La Vanguardia

Mente inocente

PENÉLOPE GARCÍA, ANALISTA CIBERNÉTIC­A DE ‘MENTES CRIMINALES’, CUMPLE DIEZ AÑOS Y EVOCA AQUEL MITO GRIEGO DE LA PACIENCIA, LA LEALTAD Y LA ASTUCIA

- JOAQUIM ROGLAN

Penélope García es un personaje de referencia de la teleserie Mentes criminales, que pronto cumplirá diez años. Encarnada por la actriz california­na Kirsten Vangsness, tiene esa figura de la estadounid­ense media, tradiciona­l y con una silueta que no se ajusta a los cánones lineales de la actual moda femenina. Es una de aquellas personas que no se obsesionan por el peso ni la dieta, y se sienten a gusto con la talla que su naturaleza les ha dado. Una talla más cercana a las actrices de mediados del siglo pasado cuando, al referirse a anatomías femeninas, se estimaba que más vale que sobre que no que falte. Pero lo principal de esa analista con nombre de mito griego que simboliza la paciencia, la lealtad y la astucia no es su físico, ni su simpatía natural, ni su virtud para cohesionar equipos humanos, sino esa fascinante inteligenc­ia cibernétic­a que le permite navegar por bancos de datos y tejer redes virtuales que permiten localizar y detener a asesinos de las peores especies.

Divertida en su modo de comportars­e, de hablar y de vestir, Penélope García, antigua hacker detectada y contratada por la Unidad de Análisis de Conducta del FBI, no tiene aquellos ojos tristes a fuerza de esperar, ni usa bolso de piel marrón, ni zapatos de tacón, ni el vestido de domingo de aquella otra Penélope a la que cantó Joan Manuel Serrat. Tiene un amor platónico con un agente y colega que es un sex symbol de músculo, sentimient­o y cerebro para millones de mujeres que siguen la teleserie. Tiene, también, un buen hombre y buen novio formal que le pidió matrimonio y ella dijo que no, tal vez para seguir siendo tal como es.

Inmersa en un mundo de monstruos y atrocidade­s que representa­n lo peor y más cruel del ser humano, Penélope conserva una inocencia en los ojos que sus compañeras y compañeros de unidad ya han perdido. Buena y confiada de natural, supo cómo queman las balas cuando penetran en carne propia. Y ha visto enterrar a demasiados colegas entre las salvas de honor y el último toque de silencio. AUn así, juega con los ordenadore­s y con las altas tecnología­s como si fuese una niña que descubre una nueva muñeca. Quizá porque la capacidad de jugar es su refugio ante la maldad.

Emocional, espontánea, confiada, madrina de un niño, cuidadora de un gato, redactora de papeleo oficial en folios rosa, teme a los payasos y pone muñecos y objetos divertidos en su despacho para acordarse de sonreír. Optimista como mecanismo de defensa para no acabar siendo una pesimista demasiado bien informada y amargada, cuando García se adentra en las redes cibernétic­as y teje sus cruces de datos evoca a aquella Penélope que tejía y destejía su tapiz esperando a un amor que algún día llegaría. Pero mientras eso no le ocurre, caen atrapados en sus redes seres peligrosos. Para quienes confían en que las tecnología­s de la informació­n no se han hecho para controlar ni perseguir a las buenas personas, ven en Penélope García a aquella Penélope griega que también velaba por una sociedad ideal.

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