APPINTAR Un km de muros en el ‘smartphone’
Una aplicación tramita en segundos permisos para dibujar de manera legal en espacios públicos de Barcelona
Enric Font, 46 años, pintor, artista plástico, formado en Barcelona y en el San Francisco Art Institute, empezó a exponer unos lustros atrás en las galerías Berini y Ferran Cano, hoy trabaja con la de Alonso Vidal, también como profesor de ilustración en la escuela Eina, prepara una tesis doctoral sobre pintura contemporánea y cultura popular… Y ahora, además, pinta en las calles, comparte muros con grafiteros de toda la vida y sus retorcidas letras en el barrio del Poblenou de Barcelona. “Nunca me había planteado trabajar en la calle, por vergüenza, comodidad, pereza”, explica pincel en mano, ultimando detalles en la calle Selva de Mar.
“La idea de que me pusieran una multa... Pero es un mundo que siempre me llamó la atención. En las calles se hacen cosas muy interesantes. Y el circuito de galerías está un poco saturado. A veces cansa. Allí cuesta mucho relacionarse con el público. A las inauguraciones siempre vienen los mismos. Además, con la crisis, has de reducir los formatos, porque los materiales salen caros, almacenar las obras es un problema, es más difícil venderlas… Y hace unos meses me seleccionaron para pintar unos murales en un festival de Calvià. Y cuando vi que había una aplicación para pintar en el espacio público de un modo legal decidí probar”.
Hace dos años arrancó el proyecto Murs Lliures. El Ayuntamiento autorizó a la plataforma de artistas Rebobinart la gestión de unas pocas paredes para que los artistas urbanos de la ciudad pudieran dar rienda suelta a su creatividad. Algunos lo hacen mucho peor que otros. La gente se apunta, viene y pinta lo que le da la gana. Las obras duran una semana, dos semanas, tres semanas a lo sumo... A veces, los vecinos piden a los artistas que respeten sus trabajos preferidos. Las señoras en edad provecta no tienen reparos en opinar mientras arrastran el carro de la compra.
Al principio la iniciativa se circunscribió a unos pocos muros en del barrio del Poble Sec, y sedujo sobre todo a grafiteros con ganas de pintar sin mirar todo el rato por encima del hombro. La experiencia está venciendo los primeros recelos de la Administración. Los Murs Lliures no cesan de crecer. Ahora también se extienden por el Poblenou, suman más de un kilómetro de paredes, más de 5000 m2 de muros. Y la puesta en marcha dos meses atrás de una aplicación que agili- za los permisos está multiplicando los perfiles de sus artistas. Ahora son de todos los palos. Rebobinart tramitó en estos dos años más de 1.250 permisos. Más de la mitad los dos últimos meses a través de la nueva aplicación.
Sandro Bedini, de 39 años, pinchadiscos, organizador de fiestas, otro de los que firma los Murs Lliures, se dio cuenta de que las paredes de su estudio lo agobiaban cuando empezó a pintarlas. “En la transición entre figuración y abstracción el formato cuadro se me quedó pequeño y encontré el gusto por los murales. Ahora es como más disfruto, pintando grandes superficies y subido a andamios. Me fascina lo ancestral de ornamentar las paredes de los espacios que habitamos sin mediación de ningún soporte móvil. Me invitaron a un festival de grafiti y conocí la plataforma Murs Lliures, que ha sido mi portal más importante para pintar espacios públicos”.
“En el estudio pintas solo –sigue Bedini–, con su aislamiento, y a las galerías no les hace mucha gracia que cambies de estilo… Y en la calle pintas formando parte del movimiento urbano. Es fantástico. Tuve que aprender a parar para charlar con la gente sin desconcentrarme. Es muy estimulante dejarte llevar por las reacciones de la gente. Que alguien
mayor conecte con pintura abstracta, que te den las gracias por pintar un muro que llevaban años viendo gris y sin vida... Me encanta interactuar con los niños, los niños es que se quedarían contigo todo el día”.
“Es muy sano –retoma Font–. A la gente le cuesta mucho ir a las galerías, pero en la calle va y se para, opina, habla contigo, hace fotografías, las cuelga en las redes sociales, luego te envía mensajes… ¡la comunicación es permanente! Y si lo haces bien tienes más oportunidades de du- rar más. Pintar en la calle es hacer un regalo a la gente. La ciudad está dominada por la publicidad y el gris. Y, además, en las calles aprendes técnicas. Yo uso pintura plástica, y en verano se seca en seguida y puedes dar otra capa, pero en invierno… Ahora me gustaría hacer cosas menos efímeras, encontrar espacios en la calle con más protagonismo”.
Marc García, de Rebobinart, explica que el objetivo es democratizar este mundillo. “Que la gente tenga otras vías de acercarse al arte. La reacción de los vecinos es fundamental. Luego llaman a sus artistas preferidos para que decoren las persianas de sus comercios. En los museos se acumulan muchos trabajos, y hay muy poca rotación. Aquí todo va cambiando de manera permanente. El reto ahora es conseguir espacios más destacados para los artistas de más renombre, e importar la aplicación, encontrar entidades que quieran gestionarlas en otras ciudades. Ya hablamos con gente de otros municipios catalanes, alguno del resto Europa y unos cuantos sudamericanos... pero todo es muy lento”.
“Todo esto está muy bien –reconoce Aram Rah, barcelonés de 25 años, mientras termina su particular felicitación navideña hecha con aerosoles en la calle Espronceda–. siempre está bien te- ner lugares para pintar, porque a mí lo que me gusta de verdad en esta vida es pintar, el muralismo, ya sea de un modo legal o ilegal. Y es genial poder hacerlo sin tener que salir corriendo, hablando con la gente que pasa junto a ti. La gente va muy estresada, muy ofuscada, y es muy satisfactorio poner un poco de color en sus rutinas. Yo ahora vivo sobre todo
DE TODOS LOS PALOS La posibilidad de trabajar en al calle de modo legal atrae a artistas de variados perfiles Y LOS VECINOS SE ANIMAN La gente no tiene problemas para opinar y departir con los creadores
de pintar persianas de comercios por encargo... Pero también hay que decir que el Ayuntamiento no nos pregunta que muros nos parecen los mejores para pintar. Nos deja los que no les interesa. La publicidad en cambio sí que campa a sus aires. Por todas las ciudades. En este mundo, si pagas, todo cambia”.