Arte y ensayo local
Palau i Fabre dijo que el pedestal de un poeta son los zapatos; el de un músico es su local de ensayo
Enric Lucena es un fotógrafo que trabaja en un medio tan poco visual como la radio y también un periodista radiofónico que fotografía cosas. Hasta ahora había publicado dos libros: Mag Lari, la màgia de fer Màgia (los ángulos inéditos de un espectáculo sin revelar los trucos) y El concert per la llibertat (los entresijos del concierto del Camp Nou de 2013) ambos en Pagès Editors. La misma editorial le publica ahora el tercero: La generació Son Goku. Lucena visitó los locales de ensayo de una veintena de grupos musicales de la generación que creció con Son Goku. Escribe la crónica de esas visitas y, sobre todo, fotografía esos espacios desconocidos que actúan como pedestal de las figuras en que los músicos se transforman en cuanto pisan los escenarios. Si Palau i Fabre fijó que el pedestal de un poeta son sus zapatos, este libro demuestra que el de un músico es su local de ensayo. De propiedad, de alquiler o por horas, como las camas calientes, Lucena intenta captar las adherencias que la música fija en los objetos. Algunos tan cotidianos como los del comedor de la abuela de Anna Roig en Sant Sadurní d’Anoia. Otros tan evocadores como la cama de infancia de Dani Alegret, porque Els Amics de les Arts ensayan (con auriculares) en Sant Andreu, en la que fue la habitación infantil (hoy insonorizada) de Dani. No son los únicos que lo hacen en domicilios particulares. Lucena consigue remitir a Vermeer con las imágenes calmas que captura de Maria Coma en su piso de Gràcia, en contraste con el alboroto bullanguero de Oques Grasses en el garaje de la casa unifamiliar de los padres de Arnau Altimir, el batería, en una urbanización de Osona.
El libro va lleno de imágenes perdurables y detalles sabrosos. Espectacular el ojo de cristal, de submarino, que permite observar el búnker insonorizado donde ensaya La Pegatina en Montcada, dentro de un garaje particular transformado en oficina, almacén y parking para las dos furgos de las giras. La autogestión colectivizada también se da en las imágenes robadas a los Txarango, en Gurb, mientras ensayan junto a las cajas de merchandising que gestiona Quimet Canals, el batería. Y contrasta con la autogestión en solitario de un Guillamino empotrado entre trastos en el pequeño garaje de su casa, en Vallvidrera. Los ordenadores abundan. David Carabèn tiene uno junto a su posición de vocalista en el luminoso local de Mishima en Fabra i Coats. Els Catarres ensayan entre objetos heteróclitos en Aiguafreda, La Iaia lo hace en los bajos de una masía espectacular y El Petit de ca l’Eril se ha montado un teatrín precioso en la tercera planta de su casa, en Guissona. Lucena incluso documenta el último ensayo de los Antònia Font justo antes de los conciertos de despedida, en un local de alquiler pequeño y oscuro que contrasta con el imaginario vastísimo y luminoso de los mallorquines. Será un documento preciado. Un pedestal lleno de zapatos.