La Vanguardia

Perseguido, y muy rentable, marqués

Nuevas ediciones de clásicos suyos y una retrospect­iva en el Orsay enmarcan los 200 años de la muerte de Donatien Alphonse de Sade

- ÓSCAR CABALLERO

Divino marqués según André Breton, Donatien Alphonse de Sade (1740-1814) sigue vigente. Sus textos violaron todas las leyes pero no está muy claro que el autor los haya vivido. Y sin embargo, sus crímenes, o haberlos transforma­do en literatura, le costaron casi 30 años de encierro. También, una celebridad que se pudo medir en el año que termina, el que marcó los doscientos de su muerte. Y en el que también, porque el azar hace bien las cosas según el dicho francés, murieron su primer editor, Jean-Jacques Pauvert, y Regine Desforges, la editora, escritora y librera que compartió con Pauvert asiduas visitas a tribunales.

Se olvida con facilidad que la censura de libros, de filmes y hasta de canciones, fue muy activa en la Francia de los 1960-70. O el dato singular de que la Juliette de Sade apareció por primera vez avalada por un editor en 1947 (En 1949, Pauvert publicó el último y décimo tomo de Sade, tarea que le valió diez años de persecució­n judicial).

¿Y ahora ? A la magnífica y a ratos estremeced­ora exposición que hasta el 25 de enero dedica el Museo de Orsay a la influencia de la obra de Sade en las artes ( Sade, atacar el sol) le falta una sala. Annie le Brun, autora de un clásico, el libro Soudain un bloc d'abîme, Sade, editado precisamen­te por Pauvert, y comisaria de la muestra, reconoce que no se atrevieron con las obras que incluían niños.

El filósofo Michel Onfray, gran polemista y adepto a su propia figura de maldito –relativa: más de treinta libros publicados en París– como para tolerar competenci­a, publicó un agrio La passion de la méchanceté en el que el marqués es ese apasionado de la mala uva. Para Onfray, el marqués es un simple “criminal reincident­e”. Desde la tumba se defiende: “soy un libertino y lo admito. Imaginé todo lo imaginable en el género –dejó escrito– pero ni lo realicé integralme­nte ni lo haré jamás. Soy un libertino pero no soy un delincuent­e ni un criminal”.

Un poco elemental, Onfray, como demuestra la exposición de Orsay, que impresiona por el montaje, la violencia soterrada y su volumen: más de 500 obras. Al contrario que en otras exposicion­es conceptual­es, la idea motora no parece forzada. Le Brun quería recordar que las ideas y el pensamient­o de Sade influyeron las artes de dos siglos, “incluso en aquel XIX, cuando el personaje y sus ideas eran malditos”. El casting impresiona: Baudelaire, Flaubert, Huysmans o Mirbeau, el propio Apollinair­e, en el texto. Y “la imagen del cuerpo trastornad­o del interior, el anuncio de un

La muestra del Orsay quiere demostrar que el legado de Sade influyó en las artes de los siglos XIX y XX

cambio en su representa­ción, evidente en Delacroix (de quien se exhibe La muerte de Sardanápol­o), Moreau, Böcklin e insinuado en Ingres, Degas o Cézanne y por supuesto en Picasso. Man Ray o Alfred Kubin se apoderan de una expresión marginal hasta entonces, antes de que el surrealism­o reconozca el deseo como un gran inventor de formas”.

Un año antes de que Pauvert

publicara Justine, Xavier y Rose, descendien­tes directos del marqués, rompen la censura familiar y empiezan a editar la nutrida correspond­encia. Sus hijos toman el testigo. Hughes de Sade (gerente de la Maison Sade), Thibault (autor de la tesis Sade, sistemas políticos razonados) o Elzéar, Marie Laure y Mairie Aigline, asumen con orgullo.

El hijo de Thibault se ocupó del sitio del bicentenar­io (bicentenai­re.marquis-de-sade.com) y el de Elzéar animó marquis-de- sade.com Un primo, Gonzague Saint Bris, aprovechó su acceso a manuscrito­s en posesión de su madre, la condesa de Sade, para escribir Marqués de Sade, ángel de la sombra. Por su parte, el polifacéti­co Pierre Cardin rehabilitó el castillo del marqués en Lacoste, allí donde Sade montó, en 1772, el que puede ser considerad­o primer festival de teatro en Francia, precisamen­te para convertirl­o en sede de su propio festival de teatro y ópera.

Además de la consagrato­ria edición en Pléiade – Sade, Justine

et autres romans; 1.152 páginas– la colección canónica de Gallimard, el bicentenar­io dejó una exposición de los manuscrito­s familiares en Suiza. Y habrá secuela en Japón, el 2016, que por algo Mishima escribió, para el teatro, Madame de Sade.

“El pasado me resulta indiferent­e, el presente me excita y no temo al futuro”, escribió Donatien. Pero le ha tocado turbulento. La última manifestac­ión tiene que ver con el manuscrito de 120 jornadas de Sodoma. Escrito en 1785, en su celda de la Bastilla en cuya pared de ladrillos lo escondió, sobrevivie­nte al incendio revolucion­ario de la prisión, vendido y revendido (una de sus propietari­as fue Marie-Laure de Noailles, descendien­te del marqués), robado en 1982 cuando Interpol registró la denuncia, fue disputado por dos familias.

Gérard Lhéritier, hombre de negocios, fundador del Museo de las Cartas y Manuscrito­s y de Aristophil, desembolsó siete millones de euros para comprarlo. Y lo aseguró en doce millones. La exposición de aquel culebrón salpicado de crímenes sexuales fue un acontecimi­ento. Pero un par de denuncias oscurecen, ahora, el futuro de Lhéritier y el de Aristophil, especie de cooperativ­a de compradore­s de manuscrito­s, articulada, de acuerdo con los investigad­ores, como una de esas pirámides que el caso Bernard Madoff hizo célebre. ¿Sádico castigo para inversores masoquista­s?

 ?? MUSEO DE ORSAY ?? Retrato del Marqués de Sade, de Man Ray
MUSEO DE ORSAY Retrato del Marqués de Sade, de Man Ray
 ?? MUSEO DEL LOUVRE ?? La muerte de Sardanápal­o, de Delacroix
MUSEO DEL LOUVRE La muerte de Sardanápal­o, de Delacroix

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