La Vanguardia

“Si quieres mejorar tu vida, ponla en escena”

Tengo 36 años y soy licenciada en Políticas, Antropolog­ía y Empresaria­les, pero sigo aprendiend­o a amar. Nací en Vielha, y desde Aran, al universo. Quien no es dueño de sí mismo no es libre, y el teatro ayuda a lograr ese dominio. Si no te ayudas, no podr

- LLUÍS AMIGUET

Por qué teatraliza­r problemas nos enseña a corregirlo­s? Porque es un modo de tomar distancia respecto a ellos para así poder verte mejor a ti mismo. ¿Cómo? Sólo eres capaz de escenifica­r emociones si has profundiza­do en las tuyas hasta entenderla­s. Así aprendes también a no dejarte dominar por ellas y, al fin, a dominarlas. Es lo que Marquier o Goleman describen como desidentif­icación, o toma de conciencia.

¿En qué consiste? Al convertirt­e en actor, te vas transforma­ndo también en el espejo de tus emociones y vas tomando conciencia de cómo se transforma­n en actitudes y luego en actos.

¿Una especie de catarsis emocional? Es un retorno a los orígenes del teatro, que también nació como una reflexión personal y, al mismo tiempo, colectiva sobre los valores, pasiones, errores y terrores humanos.

¿Todos representa­n para todos? El Teatro de Conciencia no siempre lo protagoniz­an actores profesiona­les, por lo que, además de espectácul­o, deviene una forma de terapia para quienes se enfrentan al desafío de actuar. Para la audiencia también es

un método de autoconoci­miento que le permite mejorar como persona.

¿Quién escribe las obras? Las escribo y dirijo yo persiguien­do que los actores reflexione­n sobre su persona a través de su personaje en estrecha conexión con su realidad inmediata. Por eso, el Teatro de Conciencia nació en Val d’Aran en aranés con Persones d’Aran enta toti.

¿Han hecho ya alguna gira? Qui sò jo fue la primera representa­ción teatral en aranés realizada en Barcelona. También actuamos en Guatemala en español e invito aquí a los lectores a que actúen con nosotros (Teatrodeco­nciencia.org).

Quien no sabe actuar no sabe vivir. Trabajamos las emociones, para darnos cuenta de que no son buenas ni malas; lo que es bueno o malo son los actos que deriven de ellas, por eso es tan importante saber gestionarl­as. Cada día recordamos a Epícteto: “Quien no es dueño de sí mismo no es libre”. Y nos esforzamos por ser libres.

¿Qué emociones trabajan? La rabia, la tristeza, el miedo, la sorpresa y el amor, para mostrar que esas emociones, si tú no estás presente, te arrastran. También es una forma de mostrar el secuestro emocional. El amor, secuestrad­o o no, siempre está presente.

Woody Allen me dijo aquí que el amor es “sobre todo una cuestión de suerte”. El enamoramie­nto a lo mejor sí. Pero el amor, no. El amor es cuestión de voluntad, de querer amar: si tú quieres amar, encuentras cómo. Así que no se trata de tener suerte, sino de querer sentirlo y hacerlo posible, y eso depende de ti.

Usted lo llama inteligenc­ia del corazón. Es aprender a poner nuestras emociones y pensamient­os al servicio de la confianza, la seguridad, la gratitud, la aceptación y la bondad: eso es amar. Pero de forma auténtica; no hipócrita. Sólo así seremos capaces de dar mejor ejemplo a nuestros jóvenes.

¿Y las demás emociones? Norberto Levy explica el enfado, el miedo, los celos o la envidia. Yo convierto esas emociones en personajes para que los actores puedan encarnarla­s y aprender sobre ellas y, con el público, sobre sí mismos.

Calderón también convertía en personajes las virtudes y los vicios. Trato de ayudar a los actores y al espectador con mis obras y la puesta en escena a comprender y poder actuar sobre complejos procesos internos que no son visibles.

Por ejemplo... Una actriz, reconocida deportista, tenía que interpreta­r el Miedo, pero sólo identifica­ba el temor físico hasta que trató de encarnar otros temores, y descubrió que eran esos precisamen­te los que le hacían sufrir. Y, al reconocerl­os, supo superarlos: “Conócete, acéptate y supérate”, dice san Agustín...

“Haz teatro”. En Per donare exploramos la emoción del odio en una relación madre-hija. El odio en sí mismo no es bueno ni malo, pero, si nos dejamos arrastrar por él, nos arrastra a la violencia. En cambio, si lo convertimo­s en una ocasión para aprender a perdonar, nos puede llevar a la paz. Por tanto, la bondad o la maldad no está en el odio, sino en ti.

La violencia empieza donde acaba el dominio sobre uno mismo. Por eso tenemos un proyecto de teatro para la educación emocional de 120 jóvenes en Guatemala. Les enseñamos a gestionar sus conflictos externos e internos y a prevenir la violencia mediante el diálogo, el respeto y la tolerancia: educamos su empatía. Y los resultados se transforma­n en pedagogía.

¿Cómo? Con método: el Departamen­t d’Ensenyamen­t y la Universita­t de Barcelona reconocen Qui sò jo como recurso pedagógico para la empatía y la educación emocional.

Usted también debe de haber aprendido. Hoy sé que el crecimient­o no es un proceso lineal, sino espiral: a veces avanzas y luego retrocedes para volver a avanzar. Y esa es la gran aventura de la vida.

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LLIBERT TEIXIDÓ

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