LA ROPA DE SU NOVIO
Basta cruzarse con ella por la calle o encontrarla envuelta en un pareo en un chiringuito de Formentera para entender que el secreto de Scarlett Johansson es su aplomo ante la cámara. Pero también, y sobre todo, el ejército de estilistas que han hecho crecer a esta actriz (y cantante) que no es ni alta ni baja, ni gorda ni flaca y que ni siquiera se considera guapa. “Forma parte de la rutina diaria, trabajar con estos increíbles equipos de peinado y maquillaje: entras como una mujer corriente y sales como una estrella de cine”, enfadó en una ocasión a sus seguidores. Les advertía de que difícilmente la reconocerían al natural, con sus maxifaldas, shorts vaqueros o el estilo boyfriend (como si se hubiera vestido con la ropa de su novio) con que arruina a diario su celebrado sex-appeal. Otra cosa son sus apariciones en la alfombra roja. Puro brillo firmado por Nicole Chávez (una maga del vestir que también decide los looks de Rachel Bilson o Kristen Bell). Ella se ha convertido en el mejor secreto de belleza de la camaleónica ¿rubia? que sigue gustando con el pelo rapado con que recibió su maternidad.