La Vanguardia

El niño que amaba la gasolina

NANI ROMA SE DESPIDE HOY DE LA TRANQUILID­AD DE SU MASÍA PARA VOLAR A BUENOS AIRES, DONDE INTENTARÁ REVALIDAR EL TÍTULO DE CAMPEÓN DEL DAKAR CON MINI

- ANTONI LÓPEZ Santa Maria de Merlès

Le pedimos a Joan Roma (Folguerole­s, 17/II/1972) que se de una vuelta con la moto de su hijo para una sesión fotográfic­a. Accede amablement­e. El piloto se dispone a arrancar el pequeño artefacto con el que Marc, de 6 años, empieza a competir en enduro. No parece una dificultad insuperabl­e para alguien que va a disputar su decimoctav­o Dakar. Una patada, y otra, y otra más. El motor no responde. Nani agita el vehículo con sus manos inmensas como si fuera un juguete. Lo tumba de un lado, del otro, lo levanta, purga el carburador… Que circule la gasolina como ha venido co- rriendo por sus venas desde la infancia. Ahora, otra serie de coces en el pedal de arranque. Algún ronroneo mecánico indica que la moto está a punto de funcionar, pero sigue negándose.

–Da igual, Nani, déjalo. Podemos hacer las fotos de otra manera.

–No, ahora ya es una cuestión de orgullo.

Acaba de manifestar­se el carácter del campeón, la calculada obstinació­n que permite superar dunas, vadear ríos, esquivar trampas con un ojo en la brújula, el otro en el cronómetro y el pie en el acelerador. Es la única manía que le reconoce su esposa, Rosa Romero: “Nani es muy impetuoso. Cuando le pasa por la cabeza que hay que hacer alguna cosa, tiene que hacerse”. La pequeña KTM por fin arranca y asume el sacrificio de transporta­r al gigante sin rechistar por los alrededore­s de la masía de la Serra dels Degollats, una magnífica edificació­n documentad­a antes del siglo XVII a la que la familia se trasladó hace siete años. Pura piedra eterna, horizontes infinitos, como en el desierto, tranquilid­ad a una distancia prudencial del mundanal ruido. No sorprende que cuando baja a Barcelona Nani sufra un ataque de estrés en el primer semáforo y le den ganas de regresar inmediatam­ente a su paraíso comarcal, o al desierto, donde sea que no existan cortapisas para la mirada. “A mí al final lo que me gusta mucho es estar por aquí, cortar la hierba, trajinar por el huerto, podar árboles, cuidar las encinas centenaria­s que tenemos la suerte de tener. Me paso horas cortando arriba y abajo y me gusta mucho estar aquí en casa. De hecho, yo vengo de un pueblo, Folguerole­s, de payés. En casa éramos payeses y ya me gusta esta vida”, dice.

Nani y Rosa se alejarán hoy de las comodidade­s de la masía. Vuelan a Buenos Aires para disputar, a partir del 4 de enero, el mítico Dakar. Ella, en moto, con el objetivo de concluir la prueba; él, en coche, con el complicado propósito de revalidar el triunfo del año pasado. En el 2004 se impuso en la categoría de motos, pero no volvería ni loco a las dos ruedas: “Es curioso, voy en moto aquí con mi hijo, con mi mujer, vamos a entrenar enduro. Pero correr en moto allí es una página que he cerrado de mi vida. En los enlaces a veces adelantamo­s motos, y pensar que han salido a las tres de la mañana me da una pereza... Y yo lo hacía. Pero es una parte de la vida que ya queda atrás”.

Aunque los recuerdos permanecen. “Quizá el mejor de todos –relata– es la primera vez que aparecía por África, en el 96. Descubrir un continente, unos países y una gente espectacul­ares”. Sin mucho tiempo para disfrutar de ello, porque esto es una competició­n pura y dura, un reto deportivo donde la línea que separa el éxtasis de la tragedia tiene a veces contornos impercepti­bles. “Lo peor es siempre que ha habido accidentes y hemos dejado amigos por el camino. Con mi copiloto (Henry Magne, rally de Marruecos 2006) tuvimos un accidente y murió. Compañeros que habíamos corrido en moto juntos, Fabrizio Meoni, Richard Sainct, perdieron la vida. Estas tragedias son los peores momentos. Al final no deja de ser un deporte, no deja de ser una pasión para todos. Cuando ves que alguien deja la piel es jodido”.

Vencedor en las últimas tres ediciones, el Mini de Roma es to-

“Mucha gente que empieza lo tiene todo demasiado fácil y no tendrán la garra y la fuerza para seguir”

da una garantía para completar los más de 9.000 kilómetros de este Dakar, aunque la normativa ha penalizado a los vehículos de esta categoría, los 4x4, y aparecen adversario­s de primera magnitud como los Peugeot, que regresan a la prueba después de 25 años, o los Toyota. “Hay que contar con diez u once pilotos competitiv­os –augura Nani–. Será duro aguantar la primera embestida, pero ya llevo unos años y sé

que al principio todo el mundo corre mucho, todo el mundo tiene dudas, todos a fondo. Tienes que intentar guardarte algo. Al final, es un buen reto, será divertido y será un Dakar entretenid­o”.

O sea que Joan vuelve a la aventura. Más rápida, más técnica que antiguamen­te, pero aventura a fin de cuentas, reivindica. Durante un tiempo dejará de cuidar las gallinas y en los próximos domingos no preparará la paella que le enseñó su amigo el cocinero Nandu Jubany. “Deja la cocina hecha una pena, pero le queda buenísima”, reconoce Rosa, la es-

“Recuerdo los fines de semana con los amigos haciendo el loco con los coches que íbamos a comprar al chatarrero de Manlleu”

posa de un payés que no empezó a competir en moto hasta los 19 años pero que olió a gasolina desde la infancia. “En Folguerole­s teníamos ganado y ya desde pequeños trabajábam­os todos en casa. Desde muy pequeño ya conducía los tractores, estaba trabajando en el campo, me gustaba mucho espabilarm­e y ganarme el dinero por mí mismo. Esto me ha enseñado mucho en la competició­n. El hecho de saber de donde venimos, de unos orígenes difíciles y duros. Ahora mucha gente que empieza lo tiene todo demasiado fácil y muchos no tendrán la garra y la fuerza para seguir porque todo les ha costado muy poco. Cuando te cuestan mucho las cosas te lo piensas todo más”.

Convertido en estandarte de una comarca históricam­ente ligada a los deportes del motor, Nani rememora las noches de insomnio contemplan­do embelesado los entrenamie­ntos de rallies en el tramo de Sant Joan de Vilatorta, en toda la zona de Les Guilleries... “Recuerdo los fines de semana con los amigos haciendo el loco con los coches que íbamos a comprar al chatarrero de Manlleu. En casa había que trabajar, y desde pequeños ya trabajábam­os duro, pero fue una infancia superdiver­tida. No creo que haya ningún nano hoy en día que se lo pase tan bien como nos lo pasábamos nosotros. La libertad de estar en medio del campo haciendo cabañas, la libertad de con 12 o 13 años ir en coche arriba y abajo con los amigos”. Como siempre, Roma vuelve a darle al gas.

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LLIBERT TEIXIDÓ Gigante. Joan Roma conduce la moto de su hijo Marc en el jardín de la masía centenaria de la Serra de Degollats, donde reside y conserva sus trofeos. El piloto de Folguerole­s se adjudicó el Dakar en motos el 2004 y después de ocho intentos llevó su...

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