MAGISTRADO Y FISCAL, UN DUELO AL SOL
Por su amplia repercusión, el caso Nóos ha sido, sin duda, el más relevante que ha tenido en toda su trayectoria el magistrado José Castro. Es, sin duda, uno de esos asuntos que ponen a prueba el carácter y las convicciones de una persona, en este caso un juez. O, mejor dicho, el juez. Y lo que no se le puede negar a Castro es coherencia. Desde el principio fue tras los pasos de Urdangarin, y no sólo no se detuvo cuando aparecieron otras implicaciones, sino que apretó el acelera- dor. Castro dice que nunca ha puesto en riesgo la presunción de inocencia de la Infanta. No obstante, basta repasar el interrogatorio al que la sometió para percibir que desde mucho antes de escuchar sus manifestaciones tenía hipótesis claras sobre la supuesta implicación de la hermana del Rey en los fraudes atribuidos al duque de Palma y a su exsocio, Diego Torres.
Con la misma convicción, el fiscal Pedro Horrach ha remado siempre en la dirección contraria. Y ese choque, consecuencias personales al margen, ha puesto en primer plano un debate jurídico del mayor interés y trascendencia. Es el pulso en torno a la doctrina Botín, aplicada en su día al expresidente del Banco de Santander para librarle del banquillo con el argumento de que no le acusaba ni el fiscal ni los perjudicados por su supuesto delito. Horrach y los abogados de la Infanta, Miquel Roca y Jesús Silva, tienen un firme punto de apoyo en esa doctrina, que se ha aplicado después en distintos casos con menor resonancia. No obstante, la Audiencia de Palma ha dado en sus autos varias pistas de que no la ve fácilmente trasladable a este caso. Por eso el recurso anunciado para evitar que la Infanta se siente en el banquillo es de muy incierto pronóstico. A Castro y Horrach el caso les dejará, sin duda, marcas perennes. Su duelo al sol forma ya parte de la historia judicial del país. Con la ventaja, para el juez Castro, de una opinión pública muy sensibilizada contra la corrupción.