Populismo contra demografía
Alemania necesita inmigrantes porque su población envejece, pero crece el rechazo al extranjero
Ala canciller Angela Merkel, al mando de su tercer Gobierno consecutivo, esta vez de coalición de democristianos y socialdemócratas, le ha surgido un problema interno imprevisto. Sucede los lunes en Dresde, capital del land oriental de Sajonia, y amenaza con propagarse a otras ciudades que están ensayando sucedáneos. Los lunes en Dresde miles de ciudadanos convocados por la plataforma Pegida (Europeos Patrióticos contra la Islamización de Occidente) marchan en manifestación contra los “extranjeros que se aprovechan, sobre todo los musulmanes” (así podríamos resumir su sentido), y contra los
Cada lunes hay protestas en Dresde contra los musulmanes “que se aprovechan”
políticos que “lo permiten”.
Aunque el movimiento tiene un aroma de extrema derecha que ha llevado a la democristiana Merkel a criticarlo con dureza, presenta también un ingrediente de clase media irritada con las élites políticas, típico del populismo, y que en estos años de crisis económica ha eclosionado en otros países europeos con otras formas. En ese sentido, para la clase política alemana es una novedad que está digiriendo. “En las protestas hay neonazis y radicales que intentan predisponer a la gente contra las minorías, y eso no lo podemos aceptar –dijo al diario popular Bild el vicecanciller, el socialdemócrata Sigmar Gabriel–. Pero también hay mucha gente desconcertada que siente que los políticos no tienen en cuenta sus miedos difusos a convertirse en extranjeros en su propia tierra. A esas personas debemos dirigirnos”.
No se trata sólo de mantener la paz social, o de evitar que esas gentes se conviertan en caladero de votos para el partido eurófobo Alternativa para Alemania (AfD) –que también–, sino de conven- cer a la población de que el país necesita inmigrantes debido al envejecimiento de la población. El índice de fecundidad fue en el 2013 de 1,41 hijos por mujer, uno de los más bajos del mundo (aunque en España es peor: 1,26 hijos por mujer).
El periodista de Die Welt Olaf Gersemann subraya los riesgos demográficos. “Los últimos ba
by-boomers alemanes se jubilarán en el 2035, y los trabajadores que deberán sostener esas pensiones ya han nacido, y son pocos; y los alemanes que aún están en edad de tener hijos pertenecen ya a generaciones menos numerosas que las precedentes”, razonó Gersemann en una entrevista al semanario Le Nouvel Observa-
teur. El Estado alemán tiene contraídas con esas personas que se jubilarán dentro de veinte años unas “deudas implícitas, y son por lo menos tan elevadas como las deudas explícitas –dice el autor–. Si las tenemos en cuenta, a Alemania le espera un nivel de endeudamiento tal que cuesta creer que pueda afrontarlo”.
Según Eurostat, los actuales 80,8 millones de habitantes de Alemania se quedarán en 74,7 millones en el 2050 y la edad media de la población será de casi 50 años, a menos que los niveles de inmigración se incrementen. Todo eso conllevará “graves restricciones de suministro laboral” en algunas de las economías más relevantes de la UE –Austria, Paí- ses Bajos y Finlandia, además de Alemania–, según un estudio de la Comisión Europea.
Por eso la inmigración es importante para el futuro del país, cuyo porcentaje de extranjeros es del 8,6% y cuya capacidad de atracción crece. Según el informe de flujos migratorios de la OCDE, Alemania es el segundo país del mundo tras EE.UU. como destino de inmigrantes permanentes y el primero de Europa; el sueño alemán se consolida.
Merkel habló mucho de demografía en el congreso de su partido, la CDU, que el pasado 9 de diciembre la reeligió como líder. Merkel siempre ha sostenido que una inmigración ordenada y regulada es necesaria y beneficiosa pa- ra Alemania. La clave es si la población es consciente de esa necesidad marcada por su propia demografía. Según una encuesta de
Die Zeit, uno de cada dos alemanes siente algún tipo de simpatía por el movimiento Pegida, y eso da una idea del resquemor que levanta aún la inmigración.