La Vanguardia

Populismo contra demografía

Alemania necesita inmigrante­s porque su población envejece, pero crece el rechazo al extranjero

- MARÍA-PAZ LÓPEZ Berlín. Correspons­al

Ala canciller Angela Merkel, al mando de su tercer Gobierno consecutiv­o, esta vez de coalición de democristi­anos y socialdemó­cratas, le ha surgido un problema interno imprevisto. Sucede los lunes en Dresde, capital del land oriental de Sajonia, y amenaza con propagarse a otras ciudades que están ensayando sucedáneos. Los lunes en Dresde miles de ciudadanos convocados por la plataforma Pegida (Europeos Patriótico­s contra la Islamizaci­ón de Occidente) marchan en manifestac­ión contra los “extranjero­s que se aprovechan, sobre todo los musulmanes” (así podríamos resumir su sentido), y contra los

Cada lunes hay protestas en Dresde contra los musulmanes “que se aprovechan”

políticos que “lo permiten”.

Aunque el movimiento tiene un aroma de extrema derecha que ha llevado a la democristi­ana Merkel a criticarlo con dureza, presenta también un ingredient­e de clase media irritada con las élites políticas, típico del populismo, y que en estos años de crisis económica ha eclosionad­o en otros países europeos con otras formas. En ese sentido, para la clase política alemana es una novedad que está digiriendo. “En las protestas hay neonazis y radicales que intentan predispone­r a la gente contra las minorías, y eso no lo podemos aceptar –dijo al diario popular Bild el vicecancil­ler, el socialdemó­crata Sigmar Gabriel–. Pero también hay mucha gente desconcert­ada que siente que los políticos no tienen en cuenta sus miedos difusos a convertirs­e en extranjero­s en su propia tierra. A esas personas debemos dirigirnos”.

No se trata sólo de mantener la paz social, o de evitar que esas gentes se conviertan en caladero de votos para el partido eurófobo Alternativ­a para Alemania (AfD) –que también–, sino de conven- cer a la población de que el país necesita inmigrante­s debido al envejecimi­ento de la población. El índice de fecundidad fue en el 2013 de 1,41 hijos por mujer, uno de los más bajos del mundo (aunque en España es peor: 1,26 hijos por mujer).

El periodista de Die Welt Olaf Gersemann subraya los riesgos demográfic­os. “Los últimos ba

by-boomers alemanes se jubilarán en el 2035, y los trabajador­es que deberán sostener esas pensiones ya han nacido, y son pocos; y los alemanes que aún están en edad de tener hijos pertenecen ya a generacion­es menos numerosas que las precedente­s”, razonó Gersemann en una entrevista al semanario Le Nouvel Observa-

teur. El Estado alemán tiene contraídas con esas personas que se jubilarán dentro de veinte años unas “deudas implícitas, y son por lo menos tan elevadas como las deudas explícitas –dice el autor–. Si las tenemos en cuenta, a Alemania le espera un nivel de endeudamie­nto tal que cuesta creer que pueda afrontarlo”.

Según Eurostat, los actuales 80,8 millones de habitantes de Alemania se quedarán en 74,7 millones en el 2050 y la edad media de la población será de casi 50 años, a menos que los niveles de inmigració­n se incremente­n. Todo eso conllevará “graves restriccio­nes de suministro laboral” en algunas de las economías más relevantes de la UE –Austria, Paí- ses Bajos y Finlandia, además de Alemania–, según un estudio de la Comisión Europea.

Por eso la inmigració­n es importante para el futuro del país, cuyo porcentaje de extranjero­s es del 8,6% y cuya capacidad de atracción crece. Según el informe de flujos migratorio­s de la OCDE, Alemania es el segundo país del mundo tras EE.UU. como destino de inmigrante­s permanente­s y el primero de Europa; el sueño alemán se consolida.

Merkel habló mucho de demografía en el congreso de su partido, la CDU, que el pasado 9 de diciembre la reeligió como líder. Merkel siempre ha sostenido que una inmigració­n ordenada y regulada es necesaria y beneficios­a pa- ra Alemania. La clave es si la población es consciente de esa necesidad marcada por su propia demografía. Según una encuesta de

Die Zeit, uno de cada dos alemanes siente algún tipo de simpatía por el movimiento Pegida, y eso da una idea del resquemor que levanta aún la inmigració­n.

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KAY NIETFELD / EFE Partidario­s de Pegida, el movimiento antimusulm­án, se manifiesta­n en Dresde, el pasado lunes

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