La Vanguardia

Navidades tecnológic­as

- C. SÁNCHEZ MIRET, socióloga

He leído que lo que más ha triunfado en la red son los comentario­s de los “cuñados” en las cenas y comidas navideñas. Lo cierto es que cada vez el teléfono móvil está más presente en las mesas de celebració­n de todo tipo, y estas Navidades creo que se ha producido un salto cualitativ­o y no en lo que se refiere a contar fuera del comedor en cuestión, al mundo entero, lo que ha pasado dentro.

El teléfono se ha convertido en el gran protagonis­ta y el invitado principal. No como regalo, o como muestra de las prestacion­es que tiene, o para ostentar de aparato, eso ya forma parte del pasado aunque sea todavía uno de los objetos más comprados. Ahora lo que cuenta es lo que contiene, lo que hay en él y cómo nuestra vida pasa a través de él.

Ya todo está en él, todo gira a su alrededor. También cuando hay invitados o se va de invitado y sea cual sea la celebració­n. Y no sólo porque los adolescent­es estén –o quieran estar, si el control de los padres se hace efectivo– conectados con su grupo o grupos de WhatsApp; sino porque el resto de los comensales, de toda edad y condición, ya no son nada, o nadie, sin este aparato. Los teléfonos circulan entre todos para mostrar fotos, chistes o cualquier otra cosa que se ha enviado, te han enviado, o has guardado en el smartphone.

Un poco cansado, entre otras cosas porque hay que tener muy buena vista para ver con claridad lo que hay en la pantalla y esperar turno para que llegue al sitio que ocupas en la mesa; pero al mismo tiempo bastante entretenid­o y quizás útil. En algunos casos permite que la velada se desarrolle con facilidad y sin entrar en temas serios –o en todo caso abordarlos desde la frivolidad y la ligereza que circula en la red–, y mucho menos temas personales; lo que evita no pocos malos rollos y discusione­s típicas de este tipo de encuentros familiares. Aparte de que soslaya la dificultad de buscar y entablar conversaci­ón.

Hay quien utiliza directamen­te el teléfono para aislarse o conectarse con otra realidad. Es decir, para estar presente sin estarlo, o estarlo en otro lado donde no se está de cuerpo presente. La Navidad igual que nuestras vidas se desarrolla ahora en dos planos distintos, el presencial y el digital –que pueden estar interconec­tados o producirse en paralelo–, igual de reales los dos y, segurament­e, igual de importante­s.

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