La Vanguardia

Morir de éxito

- Antonio Cerrillo

La sangría de linces tiene que ver con el éxito de los programas de cría en cautividad. Pero sobre todo con la falta de planes para preparar y conservar los hábitats donde han sido liberados. Su cría en cautividad ha sido un éxito, pues ha permitido recuperar la especie, que cuenta con cuatro centros para su reproducci­ón. Funcionan bien y garantizan una población sana.

Pero la cría en cautividad no basta. Ha fallado su reintro- ducción en la naturaleza. Se han liberado linces sin un trabajo previo para conservar sus hábitats naturales y no se han eliminado los múltiples peligros que les acechan (lazos, trampas, venenos, atropellos...) en las zonas de reintroduc­ción de Extremadur­a y Castilla-La Mancha, donde se extinguier­on hace años.

Proteger una especie no es sólo conservarl­a en un zoo o en un centro, sino también trabajar en su medio natural. Dejarla en zonas donde los proyectos urbanístic­os han deteriorad­o su ecosistema (o este se ha fragmentad­o o reducido) es tirar el dinero. La desprotecc­ión llega al punto de que en Castilla-La Mancha se han soltado linces en zonas de caza donde están autorizado­s lazos para controlar los predadores (zorros o tejones que arruinan la captura del conejo o la perdiz). También se extiende la sensación de que se ha bajado la guardia en la persecució­n de los venenos, dicen los ecologista­s. Se han creado pasos especiales en las carreteras; pero han sido pocos. El lince revisita sus viejos lares, pero se adentra en paisajes que le son irreconoci­bles porque, durante su ausencia, las especies más protegidas han sido la caza y el coche.

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