Morir de éxito
La sangría de linces tiene que ver con el éxito de los programas de cría en cautividad. Pero sobre todo con la falta de planes para preparar y conservar los hábitats donde han sido liberados. Su cría en cautividad ha sido un éxito, pues ha permitido recuperar la especie, que cuenta con cuatro centros para su reproducción. Funcionan bien y garantizan una población sana.
Pero la cría en cautividad no basta. Ha fallado su reintro- ducción en la naturaleza. Se han liberado linces sin un trabajo previo para conservar sus hábitats naturales y no se han eliminado los múltiples peligros que les acechan (lazos, trampas, venenos, atropellos...) en las zonas de reintroducción de Extremadura y Castilla-La Mancha, donde se extinguieron hace años.
Proteger una especie no es sólo conservarla en un zoo o en un centro, sino también trabajar en su medio natural. Dejarla en zonas donde los proyectos urbanísticos han deteriorado su ecosistema (o este se ha fragmentado o reducido) es tirar el dinero. La desprotección llega al punto de que en Castilla-La Mancha se han soltado linces en zonas de caza donde están autorizados lazos para controlar los predadores (zorros o tejones que arruinan la captura del conejo o la perdiz). También se extiende la sensación de que se ha bajado la guardia en la persecución de los venenos, dicen los ecologistas. Se han creado pasos especiales en las carreteras; pero han sido pocos. El lince revisita sus viejos lares, pero se adentra en paisajes que le son irreconocibles porque, durante su ausencia, las especies más protegidas han sido la caza y el coche.