¿Supermanzanas? Hablemos
Uno de los proyectos de ordenación urbanística más ambiciosos en los que trabaja el Ayuntamiento es el de las llamadas supermanzanas. La idea es sencilla: aprovechar la malla del Eixample para hacer agrupaciones de varías manzanas, de forma que en su interior el espacio público quede a disposición de los peatones (con acceso para el tráfico de vecinos, carga y descarga y emergencias) y el tráfico de paso se concentre en las calles que delimitan el perímetro de las supermanzanas. Este esquema se extendería por toda la ciudad.
El proyecto es de una gran magnitud. El espacio para los peatones pasará de 75 hectáreas a 750; la reducción del espacio vial será equivalente, de forma que en ciertas zonas de la ciudad se reducirá en torno al 50%. La reordenación del espacio público es, pues, radical: un nuevo plan Cerdà en toda regla.
Sobre el papel, las supermanzanas. consideradas individualmente, tienen un grande atractivo: ordenación más racional y humana de la ciudad, más espacios verdes y de ocio, menos tráfico y menos contaminación. ¿Quién puede estar en contra?
La cuestión, sin embargo, no es esta, sino lo que hay que discutir antes sobre el modelo de ciudad que se quiere y cómo las supermanzanas pueden ayudar a conseguirlo. Y si como parece, son un instrumento interesante, entonces habrá que ver cuántas tiene que haber y dónde, quién tendrá acceso, cuál es su calendario de despliegue, el coste económico, etcétera.
No es eso, desgraciadamente, lo que está pasando. Hoy por hoy el proyecto está incluido como un punto más del plan de Movilidad Urbana (PMU), pendiente todavía de aprobación.
El plan prevé que en sólo cuatro años toda la ciudad esté organizada en supermanzanas; es decir, se apuesta por un despliegue acelerado del proyecto, sin que haya habido un debate a escala política y ciudadana de una cuestión que marcará la ciudad durante los próximos 50 años.
Y es que, además, con esta estrategia precipitada se corre el riesgo de ocasionar problemas importantes en la movilidad de la ciudad: si no hay una transi-
Con esta estrategia precipitada se corre el riesgo de crear grandes problemas en la movilidad
ción adecuada, las supermanzanas pueden crear calles con altos niveles de tráfico y contaminación. ¿Queremos que haya “calles perdedoras”, que empeoren respecto de la situación actual?
Es evidente que un proyecto tan trascendente no se puede despachar en el marco del PMU, que es un plan parcial y de corto plazo. El PMU podría prever la realización de alguna prueba piloto (ya en marcha) y remitir la discusión a un marco superior, donde debatir las implicaciones urbanísticas, medioambientales y de movilidad. Si ponemos los bueyes delante del carro nos arriesgamos a que una idea que puede ser muy buena acabe fracasando, y este sería el peor de los supuestos.