La renovación de los diáconos
Aureli Ortín publica un estudio en que hace balance de los 50 años del diaconado permanente
Hasta el concilio Vaticano II, la figura del diácono estaba contemplada en la Iglesia católica únicamente como paso previo a la ordenación sacerdotal. Los padres de la Iglesia establecieron en 1965 no sólo el ejercicio del ministerio diaconal con carácter permanente sino que este podía ser conferido a jóvenes idóneos, que cumpliesen con la ley del celibato, pero también a hombres de edad madura, aunque estuviesen casados. Y ahora nos llega un primer balance gracias al libro La renovación del ministerio diaconal en el 50 aniversario del Concilio Vaticano II (CPL editorial) de la mano de Aureli Ortín Maynou, diácono también, que hizo de ese trabajo su tesina en la Facultat de Teologia.
El libro de Aureli Ortín empieza con una lección de historia. La decisión del concilio vino precedida por distintas propuestas, que nacen de la experiencia de la II Guerra Mundial y de las dificultades para compartir la fe en los campos de concentración en ausencia de sacerdotes. La Iglesia alemana fue la primera en plantear una renovación, pero las dos piedras angulares de ese cambio fueron un congreso de la Cáritas internacional en 1959 y la reunión de un grupo de especialistas en Friburgo, presidida por Karl Rahner.
El debate en el concilio Vaticano II fue complejo. Un sector de los cardenales se manifestó en contra “considerándolo una utopía de liturgistas y un auténtico peligro para la disciplina eclesiástica del celibato por los clérigos”, tal como explica Ortín. En las votaciones orientativas de los padres conciliares hubo 1,598 votos a favor de aceptar un diaconado en hombres de edad madura que pudieran estar casados, frente a los 629 en contra. Pero sólo 839 aceptaron que hubiese jóvenes sin la obligación del celibato, frente a 1.364 en contra. Finalmente la Lumen Pentium, que establecía ese diaconado permanente, fue aprobada por 2.151 votos afirmativos por sólo 5 negativos.
El 28 de abril de 1968 eran ordenados los cinco primeros diáconos permanentes en la catedral de Colonia. En 1972 el papa Pablo VI firmó el motu proprio Ad Pascendum, que establece algunas nor- mas relacionadas con la orden del diaconado. Por ejemplo deja a las conferencias episcopales las normas referentes a los estudios teológicos necesarios para su ejercicio así como las partes de la Liturgia de las Horas que podrán celebrar. También establece que “si los diáconos casados enviudan son jurídicamente inhábiles para contraer un nuevo matrimonio canónico” (aunque más recientemente se estableció algún tipo de dispensa en caso de tener hijos pequeños o personas mayores a las que cuidar). Y en 1983 Juan Pablo II promulgó el nuevo Código de Derecho Canónico para la Iglesia latina. Entre sus normas precisa que los diáconos jóvenes deberán tener más de 25 años y los casados al menos 35 (y llevar cinco años casados) y podrán ser admitidos sólo si hay el consentimiento “por escrito” de la esposa.
Entre las funciones que se le permiten a los diáconos están las administrar el sacramento del bautismo y presidir y bendecir el matrimonio. Pueden también asistir al sacerdote en la celebración de la eucaristía, pueden dar la comunión e intervenir en la parte de la liturgia de la palabra, es decir pueden hacer la homilía. La liturgia de la eucaristía, el ofertorio y la consagración, quedan reservados a los sacerdotes. del mismo modo que la confesión o administración de la penitencia y la unción de los enfermos o extremaunción. A los obispos se les reserva la confirmación y la ordenación de sacerdotes y diáconos. Los diáconos pueden ayudar en otras tareas eclesiales como la catequesis, la atención pastoral, la caridad y otras funciones. Los diáconos no están obligados a llevar hábito eclesiástico, pueden participar en partidos políticos y en la dirección de asociaciones sindicales, y ejercer negocios. Y cargos públicos. Y por su ejercicio podrán ser remunerados.
Tal como explica Aureli Ortín, el Concilio Vaticano II dejó en manos de los obispos la renovación del diaconado. “De esa forma –comenta– evitaba problemas con los opositores. Y eso es lo que explica que medio siglo después sólo la mitad de las diócesis de todo el mundo lo hayan implantado (en España, las dos terceras partes).
El 8 de noviembre de 1980, el cardenal arzobispo de Barcelona, Narcís Jubany, hizo la primera ordenación diaconal de todas las diócesis españolas: Lluís Nadal i Padró, aparejador, casado y padre de cuatro hijos. Al año siguiente fueron ordenados diáconos Jaume Batlle, casado y padre de siete hijos; Josep Urdeix, casado y padres de tres hijos. La cuarta ordenación fue la de Aureli Ortín, profesor de secundaria, casado y padre de cuatro hijos, autor del presente estudio. El cardenal Jubany fue el impulsor del diaconado permanente en España y ya en el curso 1976-77 creó un Servicio de Promoción dirigido por el doctor Pere Tena. Su última ordenación, ya como arzobispo emérito, fue la de Francisco Jiménez, técnico de montaje de la Seat, casado y padre de tres hijos. Desde entonces se han ordenado 57 diáconos, aunque 15 han fallecido. Girona fue la última que incorporó el diaconado, a partir del 2005. En julio pasado se hicieron dos ordenaciones en la catedral de Girona: Jordi Pla, profesor e historiador, viudo y pa-
JOSEP PLAYÀ MASET Sólo la mitad de las diócesis católicas del mundo han implantado la figura del diácono permanente
dre de dos hijos, y Carles Sánchez, delegado diocesano de medios de comunicación social, casado y padre de una hija. Las últimas ordenaciones de diáconos en Catalunya son las 6 de la diócesis de Terrassa el pasado 30 de noviembre a cargo del obispo Saiz Meneses
En todo el mundo, hay 42.316 diáconos permanentes en 130 países, la mayor parte en América (27.258) y Europa (13.858). “en los países de misión hay más dificultades para su implantación”. Por países, Estados Unidos lidera con 17.501, por delante de Italia, con 4.191. España pese a su peso en el mundo católico cuenta con muy pocos (388), menos incluso que países más pequeños como Bélgica (599) o Austria (639).
El cardenal Jubany fue pionero en España y en 1980 hizo la primera ordenación diaconal a Lluís Nadal