Inocentando
El día de los Santos Inocentes ha evolucionado hacia la broma: las inocentadas. Esto puede ir a mucho más a medida que vamos desvelando chapuzas e imputando culpables. Ser inocente acabará siendo una broma. Además, con nuestra justicia, los culpables irán recurriendo sus sentencias, irán consiguiendo, con buenos abogados forrándose con lo que robaron los culpables, que unas cosas prescriban, otras se anulen, de forma que los culpables acaben inocentes y naturalmente conviertan la inocencia en una broma. Cada año en diciembre me toca estar unos días en Harvard y aquello es siempre una oportunidad de aprender. Esta vez me propuse hablar de valores con mis colegas.
En la sala más emblemática de allí, la de la biblioteca, Baker Library, suele haber siempre una exposición. Curiosamente, este año tenían la exposición sobre los profesores que destacaron hace 70 años, después de la Segunda Guerra Mundial. Fueron aquellos los que realmente convirtieron la Harvard Business School en la primera escuela del mundo y lo hicieron con valores. Se dedicaron con entusiasmo y generosidad a ayudar a montar escuelas de negocios en una Europa y un Japón destruidos por la guerra. Allí hay fotos de aquellos profesores sonrientes entrevistándose con autoridades europeas y con grandes empresarios de entonces a los que convencieron para que ayudasen. Escuelas como Iese en España, Insead en Francia, Imede en Suiza, Keio en Japón nacieron con ayuda de aquellos personajes, Frank Folts, Georges Doriot y otros. Uno puede pensar en lo que debía de ser viajar en aquellos tiempos, con días para conectar de un vuelo a otro, recorridos que tenían que hacerse en barco y todo organizado a base de escribir cartas, a máquina y por correo porque no existían ordenadores, ni los e-mails, y sacando burocráticos visados para ir a cualquier país.
Pero con mi colega de Harvard comentábamos: ¿qué ha pasado con aquellos valores? ¿Se han perdido? Por un pasillo me había encontrado a un profesor de unos 80 años que sigue teniendo su despacho en el mismo sitio que cuando yo estudiaba allí y salía con una maleta con ruedas. “¿Dónde vas?”, le pregunté. “Adonde nadie quiere ir, como siempre”, me contestó. A veces tienen que recurrir a profesores muy mayores, que conservan aquellos valores originales, y pueden estar dispuestos a participar en algún programa comprometido por la escuela en algún lugar lejano. Comentando el tema con mi colega concluíamos que, en efecto, hay, probablemente no sólo en las escuelas de negocios, sino en todo el mundo empresarial, una cierta pérdida de valores. Puede surgir una demanda nueva que requerirá horas de coordinar cosas, mejorar procesos internos, ayudar a profesionales jóvenes a integrarse, y todo eso, muchos lo ven hoy como una inocentada. ¿Cuánto me pagarán por esto? ¿Cómo me dará esto prestigio? Si me dedico a escribir un libro o a dar unas clases o conferencias a grandes empresarios, eso me da nombre, contactos valiosos, dinero. Si me paso horas atendiendo alumnos en mi despacho, ¿qué saco? De mi época de alumno en Harvard recuerdo haber aprendido más en el despacho de profesores que en clases. Pero aquella dedicación hoy muchos la considerarían una inocentada. Gestionar con valores implica generosidad, compromiso, trabajo en equipo, compartir, ayudar, aprender, entusiasmar y que todo eso no lo veamos como una inocentada porque no lo podemos relacionar de forma inmediata con dinero.
En las escuelas de negocios, y en todo el mundo empresarial, hay cierta pérdida de valores