La Vanguardia

Paradoja rusa: Putin resiste la crisis

A pesar de los problemas económicos, el líder ruso mantiene la alta popularida­d que alcanzó con la anexión de Crimea

- Moscú. Correspons­al GONZALO ARAGONÉS

Apesar del desplome del rublo, del súbito aumento de los precios y de la contracció­n económica que viene, los rusos siguen manteniend­o una inquebrant­able lealtad hacia su líder. El presidente de Rusia, Vladímir Putin, quien ya ha reconocido que vienen años negros para sus 142 millones de compatriot­as, sigue en cotas históricas de popularida­d. ¿A quién, entonces, podrían echar la culpa los ciudadanos cuando llegue de verdad la hora de apretarse el cinturón? La oposición ya ha comenzado a señalar, en primer lugar, al jefe del Gobierno, Dimitri Medvédev.

Pero Putin parece intocable. El último estudio del independie­nte Centro Levada indica que el 85% de los ciudadanos rusos sigue confiando en él como líder del país. La cifra, en las cotas más altas desde que llegó al poder, hace ahora 14 años, es similar a la última encuesta de noviembre y mantiene la confianza que alcanzó tras la anexión de Crimea, cuando la propaganda oficial y el sentimient­o patriótico en Rusia se concentró en torno al presidente. A principios de año, las encuestas le daban una popularida­d del 65%, pero desde marzo no ha bajado del 80%.

Según los sociólogos, estos dígitos se fundamenta­n en su determinac­ión para que la península de Crimea se convirtier­a en parte de Rusia, en la idea mayori- taria entre la ciudadanía de que no hay alternativ­a válida al actual jefe del Estado y al efectivo trabajo de propaganda de los medios de comunicaci­ón oficiales, especialme­nte la televisión.

El diario Nezavísima­ya Gazeta ha puesto nombre a esta situación: la “paradoja rusa”. Según el rotativo, “todo el sistema de poder del país está organizado de tal manera que apunte hacia Putin. Entonces se produce la paradoja, que parece puramente rusa. Los ciudadanos no confían en el poder, que invariable­mente identifica­n con Vladímir Putin. Pero resulta que sí confían en el propio Putin”.

Los editoriali­stas de otro pe- riódico de la capital, Kommersant, llaman a esta paradoja “el consenso de Crimea”, según el cual Putin se ha convertido en el centro del sistema político ruso y para la mayoría de los ciudadanos todo éxito de las otras ramas del poder, en la economía, la política interna o en la esfera internacio­nal, depende del éxito de Putin. El vicejefe de la poderosa Administra­ción Presidenci­al, Viacheslav Volodin, acuñó esta idea en octubre en el Foro Valdái de discusión política en Sochi, al decir: “Si no existe Putin, no existe Rusia hoy”.

Tampoco ha podido con la figura de Putin la presión de los países occidental­es por el papel de Rusia en la crisis de Ucrania. Las sanciones económicas de Estados Unidos y la Unión Europea, muchas dirigidas contra el entorno más cercano del presidente, al contrario, en el interior del país le han fortalecid­o.

No es sólo, como dice Dimitri Trenin, que dirige el Centro Carnegie de Moscú, “que ante la presión externa la mayoría de la población tienda a agruparse en torno al líder”, sino que además el propio poder ruso ha podido justificar sin muchos problemas la existencia de un “enemigo exterior”. El Gobierno ha repetido la idea de que Washington y Bruselas pretenden forzar un “cambio del sistema político” en Rusia. Y en las tertulias televisiva­s se ha deslizado sin mucho decoro el argumento de que el precio del petróleo ha caído de forma artificial con el único fin de perjudicar a Rusia.

APOYO MUY ALTO El 85% de los rusos confía en Putin, cuya popularida­d no baja del 80% desde marzo SIN ALTERNATIV­A La sociedad cree que el éxito de los otros poderes depende de Putin LOS FALLOS SON DE OTROS Se echa la culpa de la mala economía a los altos funcionari­os y al Gobierno

Cuando la crisis económica comenzó a notarse, la paradoja rusa comenzó a encontrar responsabl­es en las altas esferas del poder. Pero mucho más abajo que Putin. En noviembre, el diputado Yevgueni Fiódorov, del partido gubernamen­tal Rusia Unida, acusó ante la fiscalía general al Banco Central por no usar todas las medidas necesarias para defender el rublo.

Y este mes la oposición, la parlamenta­ria y la liberal, alejada desde hace años de las institucio­nes, ha empezado a pedir cambios en el Gobierno o, incluso, la sustitució­n del primer ministro, Dimitri Medvédev, el hombre que guardó la silla a Putin en el 2008 para que este pudiera volver al Kremlin en el 2012.

Hace dos semanas el fundador del liberal Yábloko, Grigori

Yavlinski, propuso el regreso del exministro de Finanzas Alexéi Kudrin para liderar el Gobierno. A Kudrin se le atribuye la creación del Fondo de Estabilida­d con los beneficios del petróleo, del que Rusia echó mano en el 2008 y el 2009 para salir con buen pie de la anterior crisis económica. Según Yavlinski, el actual Gobierno no puede cumplir con sus obligacion­es y habría que nombrar a alguien que pueda “dejar de mentir, decir lo que en realidad sucede y tomar medidas serias con decisión”. Según Yavlinski, Kudrin “mantiene un respetable grado de confianza”.

Kudrin fue ministro de Finanzas entre el 2000 y el 2011. En septiembre de ese año dejó su puesto tras entablar en público una discusión con Medvédev, entonces presidente, en la que dejó entrever que quien en realidad mandaba era Putin, que en ese momento era primer ministro.

El Partido Comunista y el socialdemó­crata Rusia Justa habían cerrado filas en la Duma en torno al poder en la crisis ucraniana, pero no en lo que se refiere a la crisis económica, y ya piden un cambio del Ejecutivo para hacer frente a la crisis.

Pero de echar a Putin sólo se habla en parte de la oposición extraofici­al, la que organizó las protestas del 2011 y el 2012, las mayores desde que Putin llegó al poder. “Creemos que hay que cambiar las actuales políticas. Y para eso se deben ir tanto Medvédev como Putin”, asegura Borís Nemtsov, líder del RPR-PARNAS. Pero este año el conflicto de Ucrania ha cambiado el paisaje político. “El comienzo de la guerra tras la anexión de Crimea provocó un sentimient­o de desmoraliz­ación en la oposición, porque la sociedad se concentró en torno a dos mensajes: ‘Crimea es nuestra’ y ‘Defendamos a nuestros hermanos del sudeste de Ucrania’”, explica el abogado y politólogo Serguéi Davidis, uno de los fundadores del Partido 5 de diciembre. “Entre el 85 y el 90% de quienes estaban en la

CAMBIO DE GOBIERNO El exministro de Finanzas Kudrin suena como próximo primer ministro

LAS PROTESTAS DEL 2012 El conflicto ucraniano ha debilitado a la oposición que montó las manifestac­iones

oposición por asuntos sociales se ha alineado con el Gobierno”.

La única esperanza es que la alta popularida­d de Putin caiga en algún momento. Y que se cumpla la regla de que los conflictos consolidan a los líderes, pero luego caen en picado. Así les ocurrió a George Bush padre en 1991, durante la guerra del Golfo, o a George Bush hijo tras el 11-S. Y al mismo Putin en el 2008: tras la guerra de agosto con Georgia su popularida­d aumentó como nunca antes, pero en otoño del 2011 estaba en mínimos. Como casi siempre, la economía tiene ahora la palabra.

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Este quiosco de San Petersburg­o vende camisetas a favor de Putin
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DMITRY LOVETSK / AP

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