La Vanguardia

La izquierda judicial lanza una ofensiva para recuperar espacios de poder

La renuncia de Torres-Dulce como fiscal general abre una etapa de conflictos

- JOSÉ MARÍA BRUNET Madrid

La pugna en torno a la continuida­d del juez Pablo Ruz en la Audiencia Nacional fue sólo una escaramuza, un banco de pruebas. La izquierda judicial, desorganiz­ada a lo largo de casi toda la legislatur­a, ha vuelto a movilizars­e y a lanzarse en pos de objetivos de primer nivel tras la renuncia de Eduardo Torres-Dulce como fiscal general del Estado.

El análisis que se hace en este sector de la judicatura es que el Gobierno muestra una gran brecha en el frente judicial, que le ha llevado a la paralizaci­ón de las reformas de mayor calado en su estructura y maquinaria. Y aunque en tales medios se reconoce que el nuevo ministro de Justicia, Rafael Catalá, tiene una voluntad y una actitud abiertas y dialogante­s, se cree llegado el momento de plantear batalla en toda regla, máxime en puertas de un año electoral que marcará cambios más o menos profundos en los equilibrio­s de poder en el país.

En paralelo a la presión que ya se ha iniciado en torno al Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), se va a producir un incremento del control parlamenta­rio en todas las cuestiones relacionad­as con la administra­ción de justicia y su funcionami­ento, en especial en materia de lucha contra la corrupción. La izquierda judicial no actúa como correa de transmisió­n de partidos políticos, pero hay un hilo conductor, no sólo ideológico, que facilita que algunas palancas se muevan a la vez.

En todo caso, la ofensiva para recomponer los equilibrio­s en institucio­nes judiciales se produce en diversos escenarios. El primero es el del propio Consejo del Poder Judicial. El órgano de gobierno de los jueces ha cumplido ya su primer año, plazo en el que hay que replantear­se posibles cambios en su comisión perma- nente, que es la instancia que controla su gestión diaria.

De entrada, debe cubrirse la vacante que dejó la renuncia de la vocal Mercè Pigem, elegida en su día a propuesta de CiU. Para su plaza en el consejo hay ya un sustituto, Antonio Álvarez-Buylla, elegido por el Senado, que llegará precedido de cierta polémica, porque estuvo imputado por una supuesta falsificac­ión de los estatutos de los procurador­es de Madrid. El caso se archivó, pero la minoría progresist­a del CGPJ expresó sus reservas y pidió que la renovación de la institució­n se estudie globalment­e, no sólo para cubrir la baja de Pigem.

El cargo que dejó la citada abogada catalana era, en realidad, doble. Por un lado, el de vocal del Poder Judicial, pero por otro, el de integrante de la comisión permanente de la institució­n, que de hecho funciona como un órgano ejecutivo y es su núcleo de gestión. La minoría progresist­a del consejo quiere que ese puente de mando, compuesto por cinco vocales y el presidente del CGPJ, se renueve ahora a fondo.

Hasta ahora, la mayoría conservado­ra ha tenido el control de la permanente, por una doble vía. El presidente, Carlos Lesmes, cuenta con el apoyo de los vocales conservado­res Gerardo Martínez Tristán y Juan Manuel Fernández. Y en los asuntos más relevantes vino imponiéndo­se una dinámica institucio­nal que con frecuencia le facilitó el voto de Mercè Pigem y de la vocal progresist­a Mar Cabrejas, e incluso de Álvaro Cuesta, pertenecie­nte al mismo sector y con especial perfil político próximo al PSOE, como exdiputado socialista de larga trayectori­a en la organizaci­ón.

La izquierda judicial está moviendo sus hilos para que esta dinámica cambie y haya una oposición interna más nítida en el Poder Judicial. La recomposic­ión de la permanente tenía que haberse resuelto durante el mes de diciembre, pero el presidente del CGPJ aplazó el debate para evitar un nuevo foco de tensión, en un contexto dominado por el surgimient­o de fricciones entre el Gobierno y el Tribunal Supremo y la dimisión de Torres-Dulce como fiscal general. Esta renuncia fue unánimemen­te interpreta­da dentro y fuera de la judicatura como consecuenc­ia directa de los choques del Gobierno con la Fiscalía, y de hecho alentó los planes de los sectores progresist­as de la magistratu­ra para incrementa­r su estrategia de oposición.

El relevo de Mercè Pigem y el reparto de puestos en la cúpula del CGPJ suponen un pulso decisivo

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DANI DUCH / ARCHIVO Carlos Lesmes, presidente del Tribunal Supremo

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