La Vanguardia

La puerta de la virtud

- Màrius Carol DIRECTOR

Jacques Amyot fue un escritor renacentis­ta francés que estudió sin otros socorros que el pan que su madre le enviaba cada semana desde Melun. Leía sus manuales escolares a la luz de la luna o cerca de la lamparilla de la iglesia. Sus estrechece­s económicas no pudieron doblegar su voluntad, lo que le permitió ser catedrátic­o, preceptor del hijo de Enrique II de Francia y, finalmente, obispo de Auxerre. A él se atribuye una de las frases más rotundas sobre la riqueza, que debería figurar en los despachos del poder financiero: “El dinero no debe entrar en casa de las gentes honradas más que por la puerta de la virtud”.

Leyendo la declaració­n del matrimonio Pujol y de tres de sus hijos ante la magistrada del juzgado de instrucció­n número 31, se diría que los comparecie­ntes intentaron hacer caso de la máxima ejemplar del autor católico, pero con una interpreta­ción libre y poco precisa. Dijo el expresiden­t a la juez que el comunicado he- cho público en su día obedecía a un propósito ético, como era explicar a sus hijos la procedenci­a de un dinero que tenía fuera de España y provenía de su padre. Y que, como no tenía buena relación con él, decidió “que no quería saber nada de dicho dinero”, que en aquel entonces eran unos 140 millones de pesetas. Así que no quiso que tal capital entrara en su casa como persona honrada que era –hasta aquí cumple el precepto del obispo de Auxerre–, pero lo dejó en una cuenta en el extranjero, lo que es sólo la puerta de la virtud si se ha declarado a Hacienda, según Amyot.

Más rotunda fue Marta Pujol, quien declaró que con su padre y sus hermanos no hablaban nunca de dinero, ni mucho menos de los 62 millones de pesetas que le correspond­ían del legado. Ante tal contestaci­ón, ni Amyot hubiera tenido una respuesta.

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