La Vanguardia

Una cuestión de honor

- ISIDRE AMBRÓS Pekín. Correspons­al

Mientras el mundo entero se dispone a celebrar este año el setenta aniversari­o del fin de la Segunda Guerra Mundial y a poner de manifiesto que se trata de un episodio que pertenece a la Historia, más de 10.000 japoneses pretenden que se reescriba un capítulo de aquella contienda. Reclaman al diario nipón Asahi una indemnizac­ión y una disculpa por “difundir hechos erróneos a la comunidad internacio­nal” con sus artículos sobre las mujeres que fueron reclutadas a la fuerza y convertida­s en esclavas sexuales por el ejército imperial durante aquellos años. Esta demanda, presentada el pasado lunes ante un tribunal de Tokio, revela las discrepanc­ias que subsisten aun hoy en Japón sobre aquel conflicto. Una pugna que enfrenta a una parte de la derecha, cada vez más agresiva y revisionis­ta, con una corriente social que asume la culpabilid­ad de las atrocidade­s cometidas por su ejército en aquella guerra.

El grupo de demandante­s, dirigido por el profesor emérito de la universida­d Sofia de Tokio, Shoichi Watanabe –conocido por su rechazo a aceptar hechos como la masacre de Nankin de 1937–, e integrado por investigad­ores, periodista­s y legislador­es, exigen al Asahi una indemnizac­ión de 10.000 yenes (unos 66 euros) por persona.

Reclaman esta compensaci­ón simbólica porque consideran que este diario liberal “dañó los derechos personales y el honor de los japoneses” con los repor- tajes que publicó en los años 80 y 90 sobre las esclavas sexuales, según Japan Times.

Apoyan sus reivindica­ciones en la rectificac­ión que hizo en agosto el Asahi. Reconoció que no había contrastad­o suficiente­mente las informacio­nes, retiró los reportajes de la hemeroteca y pidió disculpas. Un gesto que se llevó por delante a su presidente, Tadakazu Kimura.

El rotativo liberal admitió que sus artículos resultaron ser aparenteme­nte falsos. Todos estaban basados en el testimonio de un oficial llamado Seiji Yoshida, ya fallecido, que en su día explicó haber participad­o en el reclutamie­nto forzoso de mujeres coreanas en la isla de Jeju para convertirl­as en esclavas sexuales. Una afirmación que luego no pudo confirmars­e.

Su publicació­n, sin embargo, impulsó a Japón a reconocer la existencia de burdeles con mujeres de confort reclutadas a la fuerza. Lo admitió en 1993 a través de la llamada Declaració­n Kono, en referencia al secretario general del Gobierno de la época, en la que presentó sus excusas a las víctimas y confesó los remordimie­ntos generados en el país por aquellas acciones.

Una culpabilid­ad que ahora el actual primer ministro, el conservado­r Shinzo Abe, quiere revisar. Cuestiona que haya pruebas suficiente­s que demuestren que las autoridade­s estaban involucrad­as en el reclutamie­nto forzoso de centenares de miles de mujeres para convertirl­as en esclavas sexuales.

El acto de contrición llevado a cabo por el Asahi es el que ha dado alas ahora al sector más conservado­r de la sociedad nipona, que reclama que se revise esta etapa de la historia. Son los que no vacilan en considerar que aquellas mujeres eran simples prostituta­s.

Un opinión que contradice­n no sólo las revelacion­es de las víctimas, sino los historiado­res. A pesar de los escasos registros oficiales, se cifran en unas 200.000 las mujeres que sirvieron a los soldados nipones en los burdeles militares. Muchas eran de Corea, otras de China, Indonesia o Filipinas. Para todas ellas también es una cuestión de honor que se sepa la verdad.

El ‘Asahi’ reconoció en agosto que en su día no contrastó las informacio­nes sobre las ‘mujeres de confort’

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YOU SUNG-HO / REUTERS

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