La feria de las vanidades
Juan Carlos Monedero, el más bolivariano de los dirigentes de Podemos, habría exagerado su currículum, según informaciones no desmentidas por el propio interesado. Entre otras cosas, se habría presentado como profesor invitado en el prestigioso Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Humbold, donde aseguran no recordarlo. Para reforzar la veracidad del currículum, Monedero ha colgado en su web fotografías en las que se le ve sonriente junto a personalidades de referencia de la intelectualidad europea, de Jurgen Habermas a Albert Hirschmann o Claus Offe.
La propensión de Monedero a este tipo de fotografías –precedente de las populares selfies de las estrellas– le acerca a Francisco Nicolás, el pequeño Nicolás, ese personaje intrigante que se ha fabricado toda una trayectoria fotografiándose al lado de dirigentes del PP. De hecho, han sido dirigentes de ese partido los primeros que han recordado esa proximidad. Monedero sería, en esta versión, un impostor, en la línea de otras personas que se han fabricado la identidad a partir de la mentira (fenómeno que ha ganado eco con el libro de Javier Cercas sobre Enric Marco).
Pero el caso de Monedero no desentona en unos tiempos en los que las identidades se “fabrican” en las redes sociales de la misma manera que las empresas construyen sus marcas. El personal branding, la marca personal, no es una extravagancia. Es lo que recomiendan todos los asesores de mercado. También del mercado laboral. En un mercado con exceso de oferta, lo primero que debe hacer un profesional o un joven con hambre de empleo es fabricar su marca personal. Es decir, llamar la atención, sobresalir, saber explicar aquello que diferencia su oferta personal de
Varufakis anticipa su nombramiento como ministro por Twitter y Monedero exagera su currículum en la web
la del resto de competidores.
Trabajarse una identidad como esa implica unas buenas dosis de marketing, que es la disciplina que emerge ahora como la más adecuada para los duros tiempos que corren. También conduce, cómo no, a una socie- dad en la que pecados como el narcisismo y la vanidad abundan. Fíjense, si no, en lo que ha hecho esta semana el economista de moda, Yanis Varufakis, doctor por Essex y nuevo ministro de Finanzas griego . Quien primero anunció su nombramiento no fue el gobierno griego de forma oficial ni Alexis Tsipras cuando le pusieron delante un micrófono. Fue el propio Varoufakis, quien comunicó a través de su cuenta de Twitter que iban a nombrarlo en las próximas horas. La difusión de la información ha ganado en rapidez. Aunque uno no sabe muy bien ahora por dónde le llega.
La televisión ha sido crucial para el imparable ascenso de Podemos. Hay quien ha visto ahí la influencia de las paleolíticas apariciones de Hugo Chávez en la pantalla. No se lo crean. Podemos es tan o más hábil con el Twitter y las redes sociales. Ahí reside mucha de su fuerza. Ahora uno de sus ideólogos deberá responder de las acusaciones. Pero no a través de la red. Mejor será que dé la cara. A la vieja manera.