Hizbulah e Israel evitan una escalada del conflicto
La investigación de la muerte del cabo español será “larga y complicada”
“La investigación de las Naciones Unidas será larga, complicada y de gran intensidad política”, aseguraba ayer a La Vanguardia un militar español sobre la muerte del cabo Francisco Javier Soria por proyectiles de obús disparados desde Israel sobre el sur de Líbano.
El general Antonio Ruiz Olmos, al mando del contingente español de la Finul (cascos azules), efectuó ayer una inspección a la posición atacada, cerca de Gazir, una aldea por la que atraviesa la frontera, que ha quedado dividida entre los dos países en guerra.
Es una suerte de instalación militar provisional, erigida con contenedores, con una torre de observación adosada sobre la que ondea la bandera de la ONU. Unos veinte militares constitu-
Francisco Javier Soria cayó en un puesto de vigilancia donde ondea la bandera de la ONU
yen su guarnición. Ayer, un día después de los enfrentamientos de Israel y el Hizbulah, en las disputadas granjas de Cheba, en la zona bajo control español, sometida a medidas de alerta máxima, se reanudaron sus actividades normales.
El comandante general de las tropas de la Finul, Andrea Tenenti, se esfuerza para que todas las partes eviten intensificar este conflicto armado, siempre laten- te en el sur de Líbano. En Israel fueron enterrados los dos militares que perecieron en el ataque de Hizbulah contra su convoy cuando circulaba por el enclave de las granjas de Cheba. El mando del ejército hebreo –que considera estos combates como los más graves desde la guerra del 2006– ha prometido que “los que están detrás del ataque pecharían con sus consecuencias”. Pero, tanto en uno y otro campo de los beligerantes, hay una voluntad de evitar el conflicto.
El ministro de Defensa israelí ha declarado que “Hizbulah ha enviado un mensaje a través de la Finul asegurando que el incidente había terminado”. Y el ministro libanés de Trabajo dijo a una agencia internacional de noticias que “Israel no quiere ahora una escalada militar”.
Hizbulah no puede exponerse a mantener dos frentes, uno ante los rebeldes sirios yihadistas, a quienes combate para ayudar al rais Bashar el Asad, en el noroeste de Líbano, y otro contra su enemigo tradicional, Israel, en el sur. Su política embaraza cada vez más al Líbano, “un Estado en coma” según un comentarista beirutí.
Desde el pasado mayo los diputados del Parlamento, divididos en dos grupos –uno a las órdenes del jefe suní Saad El Hariri y sus aliados, y el otro grupo cuyo núcleo más decisivo lo forman los militantes chiíes del Hizbulah y sus allegados, entre ellos los seguidores del general cristiano Michel Aun– no se avienen a elegir un jefe del Estado.
Los partidarios de Hariri acusan al bloque rival de boicotear la elección. Hay que evitar una guerra en Líbano, después de las que están ensangrentando Siria e Iraq. Su reciente acción bélica ha demostrado que sabe golpear con dureza, respetando las reglas del juego admitidas tras la guerra del verano del 2006.
La respuesta de Hizbulah ha tenido en cuenta los limites geográficos y militares “aceptables”. Su ataque no ha sido contra Israel, sino contra un territorio ocupado, que Beirut reivindica. Las granjas de Cheba, ocupadas por Israel en 1967, son un pequeño enclave de 42 kilómetros cuadrados anexionado por el Estado israelí, junto al Golán. Cuando en el año 2000 Líbano recuperó su territorio del sur, Hizbulah justificó la resistencia islámica contra Israel hasta lograr la liberación de esta comarca que había pertenecido a Siria. Líbano la reivindica pero la ONU no lo acepta.Este enclave ha cobrado una estratégica importancia regional.