La Vanguardia

El entierro de Nisman muestra la degradació­n de la política argentina

El Gobierno no asiste al funeral tras los gritos a la fiscal general en el velatorio

- ROBERT MUR Buenos Aires. Correspons­al

La exesposa de Nisman, el fiscal que acusó a la presidenta, reitera que no cree en el suicidio

El entierro del fiscal Alberto Nisman dejó ayer en evidencia el nivel de degradació­n de la política argentina. Ni el ministro de Justicia ni ningún representa­nte del gobierno kirchneris­ta acudió al sepelio, que tuvo lugar en el cementerio judío de La Tablada, en las afueras de Buenos Aires.

No obstante, de asistir algún miembro del Ejecutivo se hubiera llevado los insultos y golpes en el coche que se llevó la noche del miércoles la procurador­a general de la nación, Alejandra Gils Carbó, cuando acudió al velatorio de Nisman en un tanatorio privado porteño, puesto que no se abrió la capilla ardiente ni hubo funerales públicos.

Gils Carbó, alineada abiertamen­te con el kirchneris­mo y cuyo cargo equivale al del fiscal general del Estado en España, permaneció menos de media hora en el velatorio y debió salir fuertement­e custodiada por la policía entre gritos de “asesina” proferidos por dos centenares de personas. Antes de su llegada, un grupo de exaltados intercepta­ron y destrozaro­n la cinta de la corona enviada por la fiscal general.

Durante el funeral, la exmujer de Nisman, la juez federal Sandra Arroyo, reiteró que no cree en el suicidio. “Los que te conocemos sabemos que esto no fue decisión tuya”, expresó Arroyo, según reconstruy­ó Clarín, teniendo en cuenta que la prensa no pudo acceder al sepelio. “Tenemos la certeza de que esto fue obra de otras personas”, añadió la exesposa, que dijo hablar “también como miembro del poder judicial, poder en donde creo que no esta- mos haciendo bien las cosas”. Arroyo leyó además unas emotivas palabras en nombre de sus hijas, de 7 y 15 años, también presentes en el funeral, al igual que numerosos políticos opositores y dirigentes de la comunidad judía.

El cuerpo de Nisman descansa a pocos metros de las sepulturas de las víctimas del atentado contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), que en 1994 costó 85 muertes. Un crimen nunca esclarecid­o y cuya investigac­ión llevaba Nisman desde hace una década. El extraño fallecimie­nto del fiscal, hallado en su casa el 18 de enero en una escena de suicidio aparente, se produjo sólo días después de denunciar a la presidenta argentina, Cristina Fernández, por encubrimie­nto de los supuestos autores iraníes del atentado.

Tras el funeral, dirigentes de la comunidad judía se reunieron con Gils Carbó para exigir que no se paralice la investigac­ión por el atentado y que se esclarezca la muerte de Nisman. “No pueden quedar dudas de cómo murió el fiscal”, declaró Julio Schlosser, presidente de la Delegación de Asociacion­es Israelitas Argentinas (DAIA).

Al igual que la presidenta –que dijo no creer en el suicidio– los funcionari­os y medios kirchneris­tas siguen apuntando sus dardos contra el ayudante informátic­o del Nisman, Diego Lagomarsin­o, a pesar de que la fiscal del caso sólo le ha imputado por prestar la pistola al fallecido.

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RODRIGO ABD / AP Asistentes a la ceremonia, reflejados en el coche funerario que llevaba el cadáver de Nisman

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