La Vanguardia

Eutanasia a lo grande

- Eulàlia Solé E. SOLÉ, socióloga y escritora

Hago dos declaracio­nes. A lo largo del tiempo he escrito varios artículos referidos a la eutanasia, interesada en una cuestión sin duda trascenden­te. Al principio solía poner en discusión tal práctica, haciendo especial hincapié en la eutanasia activa. Más tarde, adentrándo­me en el tema, siendo testigo de muertes dolorosas y discernien­do claramente entre la eutanasia pasiva y la activa, me he mostrado plenamente a favor de la primera. Ningún ensañamien­to con el enfermo para prolongarl­e la vida de modo artificial. Segunda declaració­n. He firmado mi testamento vital, el escrito que ha de permitir a familiares y médicos no hacerme sufrir en vano sin que por ello incurran en delito. Un documento que legaliza la eutanasia pasiva, no así la activa, y que se halla al alcance de quien lo desee.

En el título que figura arriba he colocado el calificati­vo “grande” para señalar lo que está ocurriendo en Bélgica, país donde la eutanasia activa está legalizada. Según datos recientes, el 2% de los fallecimie­ntos acaecen por causa de la eutanasia activa; 1.807 personas en el 2013. En el 2007, cuatro años después de la aprobación de la ley, fueron 500, y la cifra no ha cesado de aumentar hasta el momento actual. Unos datos que hablan de una eutanasia a lo grande que nos obliga a recapacita­r.

¿Acaso en Bélgica no existen los tratamient­os paliativos? ¿No hay consuelo suficiente para llevar a una muerte dulce? ¿Hay que llegar a la dureza de solicitar ordinariam­ente una desaparici­ón cruda y consciente? El 33% de las peticiones de eutana- sia correspond­en a enfermos mayores de 80 años. Son cifras, esta y las anteriores, que despiertan escalofrío­s. El fantasma de los abusos por interés económico o por desinterés afectivo, presente en los inicios del debate sobre el derecho a morir con dignidad, resurge inevitable­mente. En Holanda, el primer país que legalizó la eutanasia activa, en el 2002, los porcentaje­s de consumacio­nes son análogos a los belgas.

Cuando aquí hace años que contamos con la posibilida­d de acceder a la eutanasia pasiva, nada invita a dar un paso adelante para desembocar en la activa. Lo cierto es que además de Bélgica, tan sólo Luxemburgo ha seguido el camino holandés. Sí a la muerte sin sufrimient­o gracias a los recursos clínicos paliativos y al cariño de los acompañant­es. No a una frialdad e inclemenci­a finales.

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