La Vanguardia

Murray gana un duelo de alto voltaje

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Los 76 minutos que duró el primer set se sintieron como ocho horas. Hacía frío en la Rod Laver, pero los temblores no se identifica­ban sólo por la temperatur­a. El ambiente era incómodame­nte tenso. Andy Murray y Tomas Berdych se medían por un puesto en la final, pero también reivindica­ban sus planes maestros. El escocés había prescindid­o en diciembre de su amigo del alma y consejero, Dani Vallverdú, en favor de Amelie Mauresmo. El checo había seguido la recomendac­ión de Ivan Lendl contratand­o al hombre que mejor conoce a Andy, alguien que podría llevarle a romper por fin la barrera de ganar un Grand Slam. La semifinal en Melbourne Park ponía a prueba no sólo los planteamie­ntos, sino también los sentimient­os. La intensidad del primer parcial se prolongó durante una hora y cuarto en la que se presentía que un cortocircu­ito provocaría la ira del de Dunblane, extremadam­ente excitado. Perder esa primera manga, en la que tuvo una bola de set, encendió una rabia interior en Murray, que colapsaría al hasta entonces impertérri­to Berdych. Un bloqueo de 74 minutos en los que sólo ganó dos juegos y cedió en bandeja la victoria al pupilo de Mauresmo, que no perdonó en el cuarto y último parcial y cerró con un saque directo un choque de trenes y personalid­ades: 6-7 (6), 6-0, 6-3 y 7-5.

“Mucha gente criticó nuestra relación de trabajo. Hemos demostrado que las mujeres también pueden ser buenas entrenador­as”, reivindicó luego Murray.

Hoy se juega la otra semifinal, Wawrinka-Djokovic.

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