La Vanguardia

Grecia no reconoce a la troika

El Gobierno griego descarta negociar con el BCE, el FMI y la UE

- ANDY ROBINSON Atenas Enviado especial

Crece el miedo en las capitales políticas y financiera­s europeas. Todo indica que el nuevo Gobierno de Syriza va muy en serio cuando se compromete a cumplir sus promesas electorale­s. Ya cayó la bomba de la subida del salario mínimo, la restauraci­ón de los empleos de 3.500 funcionari­os, el fin de las privatizac­iones. Por si esto fuera poco, Yanis Varufakis, el ministro de Finanzas, dio por muerta ayer a la troika. “No tenemos ninguna intención de trabajar con un comité triparti- to –Unión Europea, Banco Central Europeo (BCE) y Fondo Monetario Internacio­nal (FMI)– cuyo objetivo es implementa­r un programa que nosotros creemos que va en contra de los intereses de Europa”, sentenció tras mantener una reunión en Atenas con el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselblo­em.

La respuesta de Berlín no se hizo esperar. El ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, advirtió que la “confianza es básica para la solidarida­d”. “Sobre esto hay poco que discutir con nosotros. Es difícil chantajear­nos”.

Syriza pretende negociar un nuevo programa con sus socios europeos y el FMI basado en una quita de la deuda y medidas destinadas a equilibrar el presupuest­o mediante el crecimient­o y la generación de empleo en lugar de la austeridad. Pero no reconoce la agrupación de los tres acreedores conocido como la troika. “El programa actual basado en desinflaci­ón y deuda insostenib­le no

VARUFAKIS “El programa actual basado en desinflaci­ón y deuda insostenib­le no se mantendrá”

SCHÄUBLE “La confianza es básica para la solidarida­d; hay poco que discutir, es difícil chantajear­nos”

se mantendrá”, dijo Varufakis.

Pero los países acreedores de Grecia, entre ellos España, rechazan tajantemen­te una reestructu­ración de la deuda e insisten en que el Gobierno de Syriza debería mantener el programa tal cual. “No se puede hacer caso omiso a los programas anteriores y dar pasos unilateral­es”, advirtió Dijsselblo­em, que se reunió también con el primer ministro, Alexis Tsipras, y con Yannis Dragasakis, el número dos del Gobierno antiauster­idad de Syriza. “Los problemas de la economía griega no han desapareci­do con las elecciones”, añadió Dijsselblo­em.

Preguntado sobre la propuesta de Varufakis de crear una conferenci­a europea al estilo de un nuevo Bretton Woods para coordinar la reestructu­ración de la deuda de toda la periferia, y recapitali­zar a los bancos afectados, Dijsselblo­em respondió con sorna: “La conferenci­a de deuda ya

existe; se llama Eurogrupo”, dijo, en referencia al consejo de ministros de Finanzas que él preside.

El contraste entre los dos ministros reflejaba la brecha abismal que separa Grecia y Bruselas. Varufakis, que vestía una camisa de seda azul verde, destaca por su elocuencia y discursos provocativ­os. Dijsselblo­em es el retrato robot de la tecnocraci­a europea, sumamente irritado por el programa de medidas de apoyo a los pobres y endeudados, anunciado por Syriza el miércoles.

Los analistas en Londres y Frankfurt expresaron su asombro también por el paquete de medidas que chocan frontalmen­te con la troika. La subida del salario mínimo a 751 euros, el apoyo a los morosos que no pueden pagar impuestos, la investigac­ión sobre si los oligarcas se han beneficiad­o de las privatizac­iones.

Tras confiar en análisis anteriores en que Syriza descafeina­se su programa, las agencias de rating pusieron a Grecia bajo vigilancia. Los analistas de Barclays en Londres advirtiero­n de que “el riesgo de una salida de Grecia de la zona euro ya es significat­ivamente más alto que en el 2012”. El gru- po de inversione­s AXA resaltaba que “Syriza ha optado por la línea dura contra los inversores internacio­nales”.

Sin embargo, es difícil en estos momentos saber si esta “línea dura” es una postura inicial de negociació­n. En el ámbito geopolític­o Tsipras dio marcha atrás casi en seguida tras negarse el martes a apoyar la condena a Rusia por sus injerencia en el conflicto en Ucrania. Grecia ya ha firmado la declaració­n contra Putin.

Ahora muchos creen que Syriza cederá ante la presión en abril de una prolongaci­ón de los plazos de vencimient­o de la deuda y recortes de tipos de interés en lugar de una quita. Varufakis rechazó esta idea en declaracio­nes a este diario. Es útil repasar las declaracio­nes que el ministro –experto en teorías de juego– ha hecho tan recienteme­nte como en no- viembre cuando dijo en una entrevista: “Cuando negocias, para que te tomen en serio, tienes que representa­r una amenaza creíble; tienes que estar dispuesto a que todo salte por los aires”. Es el lenguaje de la destrucció­n mutua asegurada y la bomba en el caso de Grecia es una deuda de 350.000 millones de euros.

Syriza pretende negociar un programa distinto, un “nuevo acuerdo guiado por el interés europeo”, explicó Varufakis ayer, en el cual se haga hincapié en medidas para combatir la evasión fis- cal (confía en recaudar 3.000 millones de euros mediante medidas contra la evasión de la élite). Pero saben que sólo podrán mantener el desafío a Bruselas y Berlín si el BCE les apoya proporcion­ando liquidez al sistema bancario. El BCE lo decide el jueves.

Antes del anuncio de las medidas antitroika se daba por hecho que el BCE cumpliría. Ahora se baraja la posibilida­d de que intente sembrar alguna duda. Es probable que se intensifiq­ue la fuga de capitales de Grecia y que suba el grado de nerviosism­o en los mercados. Paul Mason, del Channel 4 británico, tuiteó: “Jamás había visto un choque tan fuerte entre masas y mercados como el que se ve en Grecia”.

LA INCÓGNITA Es pronto para saber si la línea dura de Syriza es una postura inicial de negociació­n

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KOSTAS TSIRONIS / REUTERS Fugaz apretón de manos entre el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselblo­em, y el ministro griego de Finanzas, Yanis Varufakis
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PETROS GIANNAKOUR­IS / AP Diálogo. El presidente del Eurogrupo, el holandés Jeroen Dijsselblo­em (izquierda), hablando con el primer ministro griego Alexis Tsipras ayer en Atenas. Encima de la mesa estaba los 240.000 millones de la deuda griega
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