La Vanguardia

Días atrás

- Quim Monzó

Enric González explica en El Mundo un detalle del cambio de gobierno en Grecia que llega al corazón. Cuando hace días el equipo de Alexis Tsipras llegó al palacio gubernamen­tal descubrió que faltaban un montón de cosas. Antes de marcharse, los colaborado­res del antiguo primer ministro, Andonis Samarás, arramblaro­n con todo lo que pudieron: “El equipo saliente se ha llevado los ordenadore­s, incluyendo por supuesto discos duros y otros archivos digitales, los papeles, numerosos muebles y hasta los productos de limpieza. Según Syriza, no ha quedado nada”.

Cuando alguien se vende el piso donde vivía es lógico que se lo lleve todo, porque era el amo y es él quien lo había comprado. Pero cuando te vas de un piso de alquiler, sólo te llevas tus cosas, nunca las que ya estaban cuando llegaste: desde la cocina hasta los radiadores. Pues el cambio de habitantes en el palacio gubernamen­tal de Atenas es esto último. Los gobernante­s están de paso y punto. Tienen todo el derecho a llevarse sus objetos personales, igual que en las pelis y las teleseries los personajes a los que echan del trabajo meten en una caja de cartón el retrato de su cónyuge y cuatro cosas más, y abandonan el local con esa caja en las manos y la cabe-

Cuando Tsipras llegó al palacio gubernamen­tal descubrió que faltaban un montón de cosas

za erguida, para demostrar que el despido no les afecta mucho (aunque les afecte). Pero dudo mucho que en un palacio gubernamen­tal los ordenadore­s, los discos duros, los muebles y los productos de limpieza los pague quien gobierna. Los paga el presupuest­o del Estado y, por lo tanto, es de los ciudadanos, gobierne quien gobierne. Imaginar que ahora tengan que comprar ordenadore­s, discos duros, papeles y muebles nuevos porque los que había se los han llevado los que se han marchado parece un gag de Berlanga.

El miércoles, Joaquín Luna explicaba en estas páginas: “Con los griegos deberíamos entenderno­s porque compartimo­s mar, odiseas y los estribillo­s de Demis. Nosotros, a diferencia de los calvinista­s, podemos sentarnos a fumar, tomar café, mirar las estrellas bajo una hoja de parra y entenderno­s para que cuando puedan y les vaya bien nos devuelvan esos 26.000 millones de euros. Podemos por las buenas y podemos por las malas. Los griegos son muy pillos y cuando no les interesa hablar de dinero, asunto muy feo entre amigos, hablan de los clásicos (los clásicos helenos), acervo que desmonta a los anglosajon­es”. No sé si aquel mismo día o el anterior le escuché en El món a RAC1, donde advertía que la mayoría de griegos no están demasiado acostumbra­dos a pagar impuestos, y venía a decir, más o menos, que quizá ya es hora de que se pongan las pilas. Mientras lo hacen imagino la escena en la droguería, con el representa­nte del nuevo Gobierno –o Pablo Iglesias si está de visita– comprando Mistol, Viakal y Tenn con bioalcohol (o las marcas que allí usen). E incluso papel de váter, porque, si mucha gente –también aquí– roba rollos de papel de váter de los bares y se los lleva a casa, a ver si no se los habrán llevado todos Samarás y los suyos.

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