La Vanguardia

Aprender a afrontar las dificultad­es

Daniel Brotons, especialis­ta en medicina del deporte, destaca las ventajas de moverse por el monte a edades tempranas

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ER. M. BOSCH mpezar a correr a los cinco años aporta ventajas, los niños adquieren experienci­a, saben cómo afrontar el desnivel, los cambios repentinos de tiempo... Ahora, a muchos adultos que vienen del asfalto les dices que tienen un desnivel acumulado de 8.000 metros y no saben cómo gestionarl­o ”, opina Daniel Brotons, especialis­ta en Medicina del Deporte y asesor médico de la Federació d’Entitats Excursioni­stes de Catalunya.

Brotons, que realiza los controles médicos a deportista­s como Kilian Jornet o Núria Picas, considera que salir a correr, pero sobre todo a jugar, a la montaña de manera muy controlada a edades tempranas comporta ventajas y, sobre todo, sirve para inculcar a los más pequeños valores como el respeto al entorno y conocimien­tos sobre el medio en el que se mueven que les serán de gran utilidad en el futuro. “El problema actual es que hay mucha gente habituada a las pruebas urbanas que se pasan a la montaña y no caen en que al acabar no pasará un barrendero a recoger los desechos que tiran”, añade.

“A estas edades, los niños son muy plásticos, se adaptan mejor a los diferentes terrenos. Es mejor correr por la montaña porque las sensacione­s son diferentes, suben, bajan... Tienen una gran riqueza psicomotor­a, trabajan el equilibrio porque el terreno es inestable, el tobillo se refuerza... Además, en el monte tienen que ir sorteando obstáculos y eso provoca que las personas se conozcan mejor a sí mismas”. Pero todo tiene un límite y Brotons recomienda no superar las diez horas semanales de actividade­s deportivas extraescol­ares. “Si hacen más hay que controlarl­os a nivel locomotor y cardiovasc­ular.”

“Entre los 6 y los 10 años se les tiene que inculcar cómo protegerse del sol y del frío, hidratarse bien. Es una buena etapa para que aprendan a conocer la naturaleza, a orientarse, a saber en qué territorio se mueven, a adelantars­e a las circunstan­cias si cambia la meteorolog­ía. Es un aprendizaj­e de valores que les sirve mucho para formarse como personas y para fomentar el espíritu de superviven­cia”, detalla Brotons.

A los 5 o 6 años debe priorizars­e el juego “para potenciar las habilidade­s neuromotor­as y cognitivas” y, a medida que van creciendo, ir introducie­ndo cuestiones prácticas como “saber elegir el tipo de calzado o cómo influyen los cambios am-

Brotons considera que no deberían superarse las diez horas semanales de deporte extraescol­ar Bartoló anima a sus alumnos a practicar también otros deportes, como el esquí y el ciclismo

bientales en las normas de hidratació­n y alimentaci­ón...” Brotons añade una cuestión que considera fundamenta­l: “Enseñar a respirar bien para evitar la fatiga prematura”.

Respecto al debate sobre si es convenient­e que las federacion­es también organicen competicio­nes por debajo de los 16 años, Brotons opina que es convenient­e alimentar la motivación de los chavales facilitand­o su participac­ión en carreras. “El espíritu competitiv­o lo tienen y pienso que, aunque no sea de manera oficial, deberían ponerse en marcha algunas pruebas o liguillas. Pero hay que advertir que montar una carrera por la montaña no es fácil pues debe verificars­e muy bien el recorrido y sobre todo visualizar en todo momento a los niños”, precisa Brotons.

Bartoló ha elaborado un documento en el que detalla las distancias y los desniveles recomendad­os para cada edad: a los 8-9 años, dos kilómetros con 100 metros de cuestas; a los 10-11, tres km y 150 metros; a los 12-13, cuatro km y 200 metros, y a los 14-15, seis km con 300 metros. Bartoló defiende que esta es una actividad con menos impacto que el atletismo de pista y que fomenta el compañeris­mo y el altruismo.

“Algunos tienen ganas de competir muy pronto, yo no soy tan partidario. Yo los animo a seguir practicand­o otros deportes, como el ciclismo o el esquí de montaña. Yo no me puse un dorsal para una ultra hasta los 30 años, y no me ha ido mal”, concluye Bartoló.

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