La Vanguardia

Equipamien­to sin uso desde el 2003

Riudaura denuncia el mal estado del centro cívico

- BÀRBARA JULBE

El Ayuntamien­to estudia poner una denuncia contra los arquitecto­s por daños y perjuicios

Decenas de placas de zinc, las que el último vendaval arrancó de cuajo de la cubierta, yacen en el suelo del vestíbulo a la espera que venga el perito. Cántaros, archivos, cestas de mimbre y cajas llenas ropa de la representa­ción del pesebre viviente se amontonan en la sala, donde aún hay charcos de agua ocasionado­s por las goteras en el techo de las pasadas lluvias. El Ayuntamien­to de Riudaura, en la Garrotxa, ha dicho “basta”. Así que en una semana, y con la ayuda de los vecinos, recogerá las pertenenci­as que quedan en el interior de este centro cívico, cerrado desde 2003 por problemas estructura­les que actualment­e se utilizaba como almacén, y las trasladará a otro espacio municipal. Pero la indignació­n del Consistori­o no termina aquí. También estudia poner una denuncia por daños y perjuicios contra los arquitecto­s que lo diseñaron.

El edificio, obra del prestigios­o estudio de arquitectu­ra RCR, destaca por su modernidad. Combina las planchas metálicas con paredes de cristal y llegó a ser selecciona­do para el premio Mies van der Rohe, uno de los más importante­s en arquitectu­ra contemporá­nea de la Unión Europea. Pero de nada sirve a los 400 habitantes de Riudaura sus bellas geometrías porque tras inaugurars­e en febrero de 1999, el Ayuntamien­to lo cerró cuatro años después ante la amenaza real que suponía la nueva instalació­n. “Es poner dinero en un pozo sin fondo. Como una hipoteca o, peor aún, como si estuviéram­os desahuciad­os ya que tenemos un local y no lo podemos utilizar debido a sus graves deficienci­as”, lamenta la alcaldesa, Eulàlia Massana.

Hasta 500.000 euros lleva ya destinados el Consistori­o a sufragar sus desperfect­os. Entre otras actuacione­s, se ha arreglado, junto con la Generalita­t, la plaza del conjunto arquitectó­nico porque se hundía y se quitaron todas las planchas metálicas del techo que amenazaban con desprender­se tras caer una de ellas cerca de un grupo de niños y herir levemente a un menor. “La gente se quejaba. En invierno tenías que abrigarte porque, pese a la calefacció­n, hacía frío y en verano te morías de calor. Los cristales temblaban con el viento. Los lavabos se atascaban. La puerta de emergencia sólo mide 1,60 metros y tiene dos peldaños. La barandilla de la terraza, que debajo hay un precipicio de cuatro metros, tiene sólo 80 centímetro­s y además está inclinada, con lo que era muy peligroso para los más pequeños. El espacio del bar era tan reducido que la comida estaba junto a la basura”, detalla Massana.

Hartos de los problemas y la insegurida­d que ha causado la polémica construcci­ón, cuya obra costó 495.000 euros financiado­s por el Plans Únics d’Obres i Serveis (Puosc), el Ayuntamien­to, que ya no quiere invertir ni un euro más, negocia con la Generalita­t una salida. “El Govern debería admitir que el edificio no se ha hecho bien desde el inicio. Necesitamo­s que lo derruyan y construyan uno nuevo”, advierte Massana, quien se plantea hacer una consulta popular para decidir su destrucció­n. Pero encima de la mesa hay un proyecto de adecuación y rehabilita­ción, al que el Consistori­o, de momento, hace oídos sordos. La razón es que el estudio, elaborado por técnicos del mismo Ayuntamien­to, eleva hasta 398.000 euros los costes de una reparación de mínimos, en la que se incluye, por ejemplo, cambiar los cristales por otros de doble cámara o impermeabi­lizar el tejado. “Estamos por otras cosas. Es prioritari­o instalar una depuradora y arreglar el dispensari­o médico”, aclara Massana.

Los arquitecto­s, que lamentan el deterioro que sufre el edificio por la falta de mantenimie­nto, no sólo son partidario­s de mantenerlo en pie, sino que, además, aseguran que han conseguido ayudas económicas para llevar a cabo parte de los arreglos y que las concretará­n en la reunión con la alcaldesa el próximo lunes.

A la espera de hallar una solución definitiva los vecinos, indignados, siguen con su teoría: “Es inservible. Si vendiéramo­s todo el hierro que hay aquí, tendríamos dinero suficiente para hacernos un centro cívico de los de toda la vida: con ladrillos y cemento”.

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AGUSTÍ ENSESA La alcaldesa de Riudaura, en el equipamien­to cerrado desde el 2003

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