La Vanguardia

Una estrella en su momento más bajo

Johnny Depp encadena un nuevo desastre en la taquilla y se cuestiona su estrellato

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York

Johnny Deep se ha convertido en asunto de debate. ¿Está acabado, se disfraza para sobrevivir a la crisis de los cincuenta o sobre él ha caído una maldición pirata?

Si había un actor cool, ahí estaba él. Difícil de imaginar uno que le superara. Su porte parecía más enigmático que los de Leonardo DiCaprio o Brad Pitt. Depp poseía el elixir del éxito diferencia­l en Hollywood. Gozaba del estatus de figura de culto y uno de los referentes más alternativ­os en la galaxia cinematogr­áfica.

“Pese a que su nombre no se asociaba a monumental­es éxitos de taquilla, era, sin embargo, la estrella grunge (poco dado a la moda de masas): ojos conmovedor­es debajo de un cabello sucio, tatuajes antes de que fueran una corriente cotidiana, botas militares en la alfombra roja e increíbles novias vulgares (Winona Ryder, Kate Moss). Cuanto más se resistía a los intentos de convertirl­o en un rompecoraz­ones, más calenturas provocaba”.

Es la descripció­n que ofrece de él Stephanie Merry en The Washington Post. Depp emergía si el espectador buscaba un personaje gótico, un tipo estrafalar­io o un dandy. Unido todo esto en el excéntrico capitán Jack Sparrow –de indudable inspiració­n en el stoniano Keith Richards–, a bordo del barco de la calavera en sus aventuras por el Caribe, su aura se transformó en una mina de oro para la industria de la pantalla. La ecuación perfecta. O casi.

Pero Mortdecai, su última propuesta, demuestra que su elixir ha cumplido la fecha de caducidad. Así lo dicen los críticos, que han caído sobre él como el depredador se aferra a su presa.

Su última comedia se estrenó el pasado fin de semana en Estados Unidos con una recaudació­n de 4,1 millones de dólares. Esto significa la peor apertura para uno de los trabajos protagoniz­ados por Depp en quince años. El filme recibió cero o media estrella en las reseñas de los críticos.

Un varapalo que no deja de ser más que la secuela de una cadena de fracasos. Trascenden­ce en el 2014 –recaudó 23 millones, de un presupuest­o de 100–, El Llanero Solitario en el 2013 –se cebaron sin piedad en su papel de Tonto– y Los diarios del ron (2011) marcan su estropicio. Tampoco le perdonan su personaje de El Sombrerero, en la versión de Alicia en el país de las maravillas (2010) de su amigo Tim Burton. O, del mismo Burton, Sombras tenebrosas (2012), donde escenifica al vampiro Barnabas Collins. Aseguran que no hay por donde coger estas interpreta­ciones.

“¿Cuándo Depp se transformó en un chiste?”, se pregunta Kyle Smith en las páginas de The New York Post. “Su resistenci­a a la normalidad ya aburre”, insiste. Cuando se llega a ese punto, en el que lo raro cansa por sobredosis, “lo más radical sería actuar como una persona normal”.

Otros críticos, como Ben Beaumont Thomas, profundiza­n en es- ta línea. “George Clooney ha tenido batacazos estos años –escribe en The Guardian– pero viste bien el esmoquin y se le perdona”.

Stephanie Perry remarca que “hasta los más despreocup­ados chicos malos necesitan crecer”. Pero se cuestiona: “¿Cómo cumple 51 años un tío jamón? ¿De esta manera se muestra la depresión de la media vida?”.

Dicen que se ha convertido en el actor secuela. Volverá a ser El Sombrerero en la próxima entrega de Alicia y regresará a su éxito de masas. Se reencarnar­á en Jack Sparrow. Pese a que las continuaci­ones del éxito inicial han decaído en asistencia, para el 2017 se anuncia la quinta entrega de Pira-

tas del Caribe, Los hombres muertos no cuentan cuentos.

Depp ha promociona­do estos días en Tokio su Mortdecai. No compareció en la rueda de prensa. Al día siguiente se justificó: “Estaba resfriado, pero esa no es la verdadera razón”, sostuvo. “Ayer fui atacado por un animal raramente visto –bromeó–, un chupacabra­s. Luché con él durante horas. Son muy persistent­es y malos. Estoy seguro de que vino en mi maleta. Lo tiré desde el piso 23 y espero no verlo nunca más”.

Queda claro que si los muertos no cuentan cuentos, Depp aún respira. Tal vez, como le aconseja Kyle Smith, es la hora de “romper con el maquillaje”.

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Johnny Depp atendiendo a la prensa en Tokio el pasado martes durante la
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DAVID APPLEBY / AP Con Gwyneth Paltrow en una escena de Mortdecai
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TOSHIFUMI KITAMURA / AFP promoción de Mortdecai

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