La Vanguardia

Ser Dante cada día

- Màrius Serra

Probableme­nte, uno de los versos más citados de la literatura universal sea el primero de la Divina Comedia de Dante “Nel mezzo del cammin di nostra vita” que Bartolomé Mitre tradujo “en medio del camino de la vida” y Ángel Crespo “a mitad del camino de la vida”. El narrador dantesco completa la tercina explicando que se hallaba en una selva oscura por no haber escogido el buen camino (la recta vía en palabras de Mitre y la senda derecha para Crespo). El uso habitual de la cita se aplica a la madurez y los estudiosos de Dante establecen los treinta y cinco años como mitad de la existencia. Un documental, también plasmado en libro, puede cambiar esta percepción. Se trata de la película de Pascal Plisson y del libro homónimo de MarieClair­e Javoy Camino a la escuela, publicado por Alrevès en la traducción de Bel Olid. En este caso, se subvierten las relaciones entre pantalla y papel, porque la fuente es la peli y el libro una crónica, aunque añade tres historias que no salen por pantalla.

El planteamie­nto es fácil de explicar. Se nos muestran diversos niños que hacen un camino largo o tortuoso para llegar a la escuela. Se ve que el director rodaba un documental sobre elefantes en Kenia y veía pasar cada mañana a dos niños corriendo por la sabana, siempre a la misma hora. Eran Jackson y su hermana Salomé, que hacen quince kilómetros a paso ligero (dos horas) para llegar a la escuela en la meseta de Laikipia (y por la tarde regresan). La película muestra también otros trayectos escolares notables. La marroquí Zahira completa, en su caso cada lunes, un trayecto de 22 km durante cuatro horas atravesand­o a pie las montañas del Atlas. El patagónico Carlitos monta a caballo durante hora y media cada mañana para hacer los 18 km que le separan de su escuela. Y el tamil Samuel, que va en silla de ruedas, tarda una hora empujado por sus dos hermanos pequeños para hacer los cuatro kilómetros que les separan de la escuela. El libro añade los casos del australian­o Trevor, la china Ayi y la siberiana Katia. De entre siete y trece años. Resulta muy aleccionad­or escuchar las motivacion­es que empujan a estos renacuajos a hacer un esfuerzo diario tan notable. El chico tamil quiere ser médico (para curar a los que no pueden caminar, como él), el africano piloto (para sobrevolar los terrenos peligrosos por los que ahora transita), la marroquí tiene una conciencia clara de la importanci­a de la educación para el progreso de la mujer y el argentino quiere poderse quedar en las tierras patagónica­s donde ha nacido. Seguro que también hallaríamo­s ejemplos urbanos, aunque sea por la inversión de tiempo, pero la magnificen­cia paisajísti­ca, que la película explota a fondo, transmite con gran contundenc­ia el reto cotidiano. Los protagonis­tas de Camino a la escuela recorren cada mañana la mitad del camino de su vida porque han entendido que su única opción de hallar la recta vía (o la senda derecha) es ir a escuela.

Los niños de ‘Camino a la escuela’ recorren cada mañana la mitad del camino de su vida

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