La Vanguardia

Aviso a los comodones

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Ahora mismo, en el país hay decenas de inversores desconcert­ados, dice Santiago Satrústegu­i, presidente de Abante Asesores. Se refiere a aquellos que han conseguido acumular unos ahorrillos, o el dinero de una herencia, o que han visto cómo les vencía un depósito. Con el dinero en el bolsillo, se han ido al banco a preguntar: “¿Qué me ofrecen por estos 100.000 euros?”. Y el comercial, ingenuo, indocument­ado o entregado a su empresa, les ha contestado: “el 0,75%”. Ha dicho el 0,75%, pero podía haber dicho el 0,5%. O el 1%. En todo caso, siempre muy poca cosa. Y desde luego, nunca el 4%, incluso el 5%, que es lo que se ofrecía por el dinero de un inversor hace tres años. Así que ese ahorrador ha salido del banco con el rabo entre las piernas (y con el dinero en el bolsillo), y diciéndose: “Y ahora ¿qué hago con todo esto?”.

Analistas financiero­s recuerdan que ese problema, en los países anglosajon­es, no existe. “Allí, las cosas van de otra manera”, dice Juan Manuel Vicente Casadevall, socio de Kessler & Casadevall. En Estados Unidos, o en el Reino Unido, la cultura financiera se encuentra en otro estatus: allí no manda la banca, sino el asesor financiero independie­nte (el EAFI). “Pero aquí no es así”, dice Satrústegu­i: “Acudir al banco en busca de soluciones a una inversión es la peor de las decisiones. Puede parecer lo más cómodo para el inversor y para el banco, pero eso hay que cambiarlo”.

Para cambiarlo, hay que desacomoda­rse. Buscar a esos asesores independie­ntes, preguntarl­es, plantearse un proyecto bien estructura­do. Tal vez uno no se haga rico. Pero derrotar a la inflación es bien fácil.

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