DENEUVE, MADRE Y EN PAZ
Sampietro secuestra aquello que mira. Te abduce. Conserva unos ojos increíbles, el gusto por lo meridiano –“con la edad ya no estoy para tonterías”– la sonrisa franca y una voz particular. La misma que dobló a Diane Keaton, Meryl Streep, Kim Basinger o Catherine Deneuve.
Nunca llegó a obsesionarle el éxito. “Mi único objetivo, desde hace tiempo, es no sufrir dolores ni indignidades. Cada vez valoro más no estar enferma, estoy en paz con mi día a día”.
La popularidad le ha proporcionado una fama cómoda –“por suerte no soy Chanquete”– que le permite esa discreción que ya era propia en esa chica que quería ser neurocirujana. Vive entre su Goya, sus Conchas de Plata, su marido arquitecto –sobrino del pintor Millares y profesor de la Complutense durante muchos años– y el amor por su hijo. “Es algo que me ha ayudado enormemente. Ahora que he pasado por ser madre sé que hubiera sido un error perdérmelo. Es una pasión inagotable que a veces te duele. El único amor que no puedes borrar”.