Serena Williams
TENISTA
Ganadora de 19 torneos del Grand Slam (ayer conquistó su sexto Open de Australia), Serena (33) ya es toda una leyenda del tenis. Ha superado a Navratilova y Evert (18 títulos), y ahora atacará el récord de Graf (22 grandes).
Ni las nubes grises que se posaron sobre la Rod Laver. Ni la lluvia que interrumpió la batalla y obligó a cerrar el techo. Ni la enfermedad que atacó a sus pulmones. Ni siquiera la mejor versión de Maria Sharápova. Nada ni nadie separó a Serena Williams de besar su Grand Slam número 19, su sexto Abierto de Australia, el primero desde 2010. Nada le detuvo para seguir escribiendo un capítulo más de historia viva del deporte, de superación, de garra, hambre y ambición. De un plumazo despide a Martina Navratilova y Chris Evert, que con 18 majors cada una, compartían con ella el segundo cajón del podio de las más grandes. Sin un suspiro de relajación saluda a Steffi Graf, que con 22 se vuelve su último y total objetivo. “Ahora sólo juego por placer y por los récords”, dijo la jugadora de 33 años, que tras du- dar unos segundos tras el triunfo empezó a saltar como si no hubiera mañana. Como si nunca hubiera ganado un Grand Slam. La historia está en sus manos.
La final es una preciosa batalla. No importan los cara a cara del pasado, ni los dimes y diretes que les hayan enfrentado en sala de prensa. El tenis manda en la pista central. Aunque una doble falta de Sharápova entregue el primer juego a Serena, la rusa no pierde la compostura. Tose la norteamericana en un bizarro descanso cuando aparece la lluvia estando 30 iguales y 3-2 arriba. Al volver, saque directo y derecha ganadora. El primer set es de Serena, per Masha no se rendirá fácilmente. “Cuando salvé dos puntos de partido en mi segunda ronda, volví a nacer”, había dicho la número dos, consciente de sus más de diez años de dolorosas derrotas ante Serena. El segundo parcial se volvió una maravilla para el espectador. Con talante siberiano, Maria dio un paso al frente con agresividad. Varios 0-30 endosó la campeona de cinco coronas major a su rival, que tuvo que sacar lo mejor de sí misma. En las dos ocasiones en las que estuvo con ese marcador, disparó aces y servicios ganadores para neutralizar la amenaza.
Suena Staying Alive de los Bee Gee’s cuando Sharápova sirve para mantenerse en el partido con 5-4 abajo. Salva un match point y prolonga la agonía hasta la muerte súbita, donde Serena ejerce un poder de atracción entre la victoria y su raqueta, que en un último punto surrealista le da el triunfo con su mejor arma, un ace fabuloso. Dieciocho dianas, algunas a más de 200 km/h.
“No crecí siendo rica en dinero, pero sí con una familia rica en espíritu. Jamás hubiera soñado con llegar hasta los 19 Grand Slams. Esto debe ser inspiración para aquellos que sueñan”, explicaba la ganadora. “Luchen por sus sueños, trabajen por ellos, porque se pueden cumplir”, dijo la campeona, que se llevó una ovación cuando anunció que doblaba su donativo a una institución que investiga enfermedades degenerativas. De 100 dólares australianos pasa a 200 por cada uno de los 88 aces que ha logrado en el torneo (12.117 euros en total).
Martina Navratilova y Chris Evert le regalaron un brazalete de dieciocho quilates cuando les igualó en el Open de EE.UU. Ayer Navratilova le dio la copa de campeona y el cheque valorado en 3,1 millones de dólares australianos (2,1 millones de euros). Sin rencor y con una sonrisa. ¿Y Chrissie? “No más diamantes pero sí la invitaré a cenar”, bromeaba. Si se mantiene sana, Serena no tiene rival. Tiembla Steffi, ruge Williams.