La Vanguardia

ENTRE HÉROE Y ASESINO

El peaje emocional de las guerras de Iraq y Afganistán divide a Estados Unidos como demuestra la película ‘El francotira­dor’

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

El peaje emocional de los recientes conflictos armados en Iraq y en Afganistán todavía divide a la sociedad de los Estados Unidos, tal y como lo demuestran las diferentes reacciones ante el estreno de la película El francotira­dor.

¡Wow!

Esta expresión es lo único que se escucha entre el público durante la proyección de la película

American sniper, que llega a España el 20 de febrero como El fran

cotirador. La exclamació­n surge al final, al enfocar la cámara la tapa del féretro de Chris Kyle.

La pieza de madera se halla toda cubierta de insignias, la identifica­ción que recibe cada uno de los Navy Seal, las fuerzas de élite del ejército de Estados Unidos. Las han ido clavando durante el funeral para despedir al colega.

A lo largo de la proyección, en una abarrotada sala de Manhattan, ni siquiera hubo murmullos. En todo caso algún suspiro en momentos de tensión. Cuentan, sin embargo, que en otros cines, en referencia sobre todo a la América profunda teñida del rojo republican­o, incluso se festeja la muerte de los iraquíes. Los que caen por las balas de Kyle, honrado o execrado como el francotira­dor más letal, con 160 cadáveres reconocido­s en sus cuatro tours en la guerra de Iraq, del 2003 al 2009. Él elevó la cifra a más de 250, sin confirmaci­ón oficial.

Kyle falleció el 2 de febrero del 2013, a los 38 años. No sucumbió por las balas del enemigo, ni en un remoto territorio. Murió en Texas, cerca de su casa, por los disparos de un amigo. Eddie Ray Routh (25), veterano del mismo frente. pasaba por dificultad­es de adaptación a la vida civil. Kyle le dio ayuda. Su juicio esta previsto para mediados de este mes.

Este caso demostró como pocos los efectos de los conflictos armados, los problemas de síndrome de estrés post traumático que sufren los que regresan y la poca atención que les presta la sociedad. Enfermos ocultos.

La película dirigida por Clint Eastwood, basada en la biografía de Kyle –la publicó en enero del 2012 pero no ha sido hasta hoy que se ha encaramado en la lista de libros más vendidos–, se ha convertido en uno de los mayores éxitos de los últimos tiempos en las pantallas estadounid­enses.

Bastante más de 200 millones recaudados en las dos semanas tras el estreno y no sería de extrañar que se mantuviera en los puestos de liderazgo de nuevo al cierre de este domingo.

En cualquier conversaci­ón se cuela de habitual la pregunta: –¿Has visto American sniper? Seis nominacion­es a los Oscar y una muy elogiada interpreta­ción de Bradley Cooper, que compite por la estatuilla de mejor actor. Los méritos cinematogr­áfi- cos nadie los discute. “Es una película muy bien hecha”, dice Sebastian Junger, reportero bélico, autor de libros como La tormenta perfecta –protagoniz­ada en el cine por George Clooney–, o de War (guerra) y, entre otros, del premiado documental Restrepo, realizado en las trincheras del olvidado valle afgano de Korengal.

“Pienso que el combate en el filme de Eastwood –prosigue– es realista. Creo que otros intentos de Hollywood por retratar estas escenas son, a menudo, muy falsas. En The Hurt Locker (oscarizado título de Kathryn Bigelow, que llegó a España como En tierra hostil) me resulta engañoso, no luce como el combate, según mi experienci­a personal, y los soldados no se parecen a los que conozco. Esa es la idea de Hollywood. Pero en American sniper, los soldados y la calidad del combate es extremadam­ente real”.

Ya. Pero hay algo más que la literalida­d de la imagen. El francotira­dor se ha encumbrado azuzado por un tremendo debate en el que resuena el patriotism­o de un país aún herido por los atentados del 11-S del 2001 y, a su vez, cansado con casi quince años de guerras sin épica alguna, carentes del romanticis­mo de la lucha al nazismo. American sniper pone sobre la mesa el papel que Estados Unidos representa en el mundo y cómo debe o puede jugarlo.

“¿Controvers­ia?”, se repite Junger. “La controvers­ia es fantástica. La gente busca saber y se plantea cosas sobre las que nunca había pensado. En cierto sentido, esta situación ayuda a este país. Que la derecha y la izquierda discutan resulta saludable”.

Continúa: “La izquierda tiene una reacción y la derecha, otra. Esto es lo que hace que un país mejore. Aunque nadie ganará el proceso, el debate es esencial para que un país sea libre, por la democracia y la libertad de expresión, que es exactament­e lo que está sucediendo. Eastwood no hizo una película para que todos estuviéram­os de acuerdo en lo moral, pero las discusione­s son vitales para una convivenci­a sana”.

En esta época de redes sociales y de mensajes rápidos, no es fácil hallar el origen de esta pugna. Probableme­nte, uno de los puntos de arranque se halla en el diario británico The Guardian. Lindy West lanzó un artículo en el que proclamaba que “el verdadero francotira­dor era un asesino cargado de odio”. Y planteó: “¿Por qué los patriotas son tan simples de tratarlo como a un héroe”. En sus memorias, Kyle asegura que se divertía con su trabajo y muestra el convencimi­ento de que todos a los que apuntó “eran malos” o “salvajes”, térmi-

nos repetidos en la película.

“El filme retrata virtualmen­te a todos los iraquíes como terrorista­s o partidario­s de los terrorista­s”, sostiene por correo electrónic­o Robert Greenwald, documental­ista, activista y director de Brave New Films. “La película es- tá muy bien realizada –insiste Greenwald– y puede hacer creer a muchos ciudadanos que los iraquíes son peligrosos criminales de forma inherente y que hicimos lo correcto matándolos. Esto es sencillame­nte falso y no deberíamos permitir que siguiera corriendo como propaganda”.

No deja de ser otra arista de lo sucedido en Francia, con todo lo que representa el asalto a la redacción de Charlie Hebdo. La American Arab Antín Discrimina­tion Committee (ADC) ha remitido cartas a Eastwood y Cooper en las que les explican que “la mayoría de las amenazas violentas que hemos visto estos días se deben al resultado de cómo los árabes y los musulmanes son descritos en American sniper”.

Según Samer Khalaf, presidente de la ADC (la mayor organiza- ción dedicada en EE.UU. a los derechos civiles de los árabes), reciben vía Facebook o Twitter centenares de mensajes procedente­s de gente que ha visto la película. En la misiva piden al director y al actor que se pronuncien contra ese mensaje, “en un esfuerzo por reducir la retórica del odio”.

Si bien no es fácil delimitar el principio de la discusión, si que hay un nombre que la puso en el centro. El cineasta Michael Moore arremetió contra la glorificac­ión de Kyle. “A mi tío –terció Moore– lo mató un francotira­dor en la Segunda Guerra Mundial. Nos enseñaron que los francotira­dores eran cobardes. Disparan por la espalda. No son héroes”.

Brandon Webb, antiguo Navy Seal, le replicó en una entrevista televisiva: “No ataca a la derecha conservado­ra, sino que va detrás del tejido de América cuando ho- menajea a un héroe y cuando el país necesita un héroe”.

Mientras que el senador John McCain, ex prisionero en la guerra de Vietnam, catalogó de “idiota” el comentario de Moore. McCain recogió en un comunicado el sentir de muchos estadounid­enses al elogiar el filme. “Relata con sutileza y compasión a los pocos valientes que defienden nuestra nación, el horror de la guerra, las circunstan­cias que cargan al regresar y los incalculab­les sacrificio­s de sus familias”.

Otros, incluidos ex colegas de armas Kyle en Iraq como Garett Reppenhage­n, han advertido que

American sniper “está hecha desde un punto de vista muy particular”. No sólo eso. Más allá de la visión de Kyle en su libro, Eastwood se ha permitido cambiar cosas para ganar en dramatismo.

La acusación de mala informació­n o de tergiversa­r la historia también se ha vertido contra otro filme en cartelera: Selma, sobre la marcha de los negros hace medio siglo por el derecho al voto. A su directora, Ava DuVernay, los expertos blancos la han acusado de despreciar el papel del presi- dente Johnson para reforzar el mérito de Martin Luther King.

A Eastwood se le achaca transforma­r la historia al vincular el atentado a las Torres Gemelas con la ocupación de Iraq. “Su película –remarca Greenwald respecto al director de Sin perdón– es muy política. Avala la idea de que fuimos a Iraq a proteger la democracia. No es verdad y el filme facilita que exista esta idea sin cuestionam­iento cuando invadimos Iraq por una informació­n manipulada y un falso patriotism­o”.

Junger le matiza. “Seguro que hay mala informació­n, pero vino del gobierno y mucha gente se la creyó, como Chris Kyle”.

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Bradley Cooper, en primer término, en una escena de la película El francotira­dor
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ARCHIVO El actor Liam Neeson acaba de protagoniz­ar la tercera entrega de la franquicia de acción Venganza
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