La Vanguardia

España tiene un color especial

La cita electoral andaluza se ha visto determinad­a por el impacto de los cambios en el mapa político español

- CARLES CASTRO

Madrid me llama, Sevilla me da voces”. La letra impostada de este fandango espectral que se escuchaba hace algunas décadas en los barrios donde la ciudad cambia su nombre, parece haber resucitado en las cavilacion­es electorale­s de la presidenta andaluza, Susana Díaz. De hecho, el anticipo de los comicios andaluces podría responder al dilema de un subconscie­nte atormentad­o por la atracción de dos escenarios distintos: el propiament­e andaluz y el español; pero también a razones que van más allá de la ambición de gobernar España que albergan tantos barones territoria­les. En realidad, es el carácter volátil del mapa político español en su conjunto lo que trastoca todos los escenarios autonómico­s, incluido el andaluz. ¿Mejor, por tanto, adelantars­e al posible terremoto?

La envergadur­a del seísmo que planea sobre la Cámara andaluza se aprecia en el contraste entre lo que ha sido el mapa político de Andalucía desde 1994 y lo que auguran las encuestas tras la irrupción de nuevas formacione­s, como UPyD, Ciudadanos o, sobre todo, Podemos. Ciertament­e, tras el sorpresivo resultado del 2012 –cuando el PSOE sobrevivió a unas encuestas (y a una catástrofe en las elecciones generales) que garantizab­an la mayoría absoluta al PP–, las oscilacion­es del escenario andaluz parecían muy acotadas. Y la posterior evolución de las expectativ­as electorale­s en los sondeos presagió incluso un retorno a las magnitudes tradiciona­les. Así, en la última etapa del presidente Griñán, y pese a unas valoracion­es más bien negativas de su figura y de su gobierno, el PSOE se puso hasta diez puntos por delante del PP en intención de voto.

El relevo de Griñán en agosto del 2013 –con el escándalo de los ERE amenazándo­le directamen­te– supuso una auténtica inyección de energía para el socialismo andaluz. La mejor prueba de ello es que, menos de un año después, la valoración de la nueva presidenta se situaba por encima del 5,4 (frente al 3,9 de su antece- sor) y las percepcion­es negativas sobre la gestión del gobierno autónomo se habían reducido en casi veinte puntos. Y además, un 72% de los ciudadanos valoraban negativame­nte la actuación de los populares en la oposición.

Sin embargo, esas percepcion­es no se tradujeron en una correlació­n electoral rotunda. Al contrario. Una encuesta realizada en el verano del 2014 (el Estudio General de Opinión Pública de Andalucía, promovido por la Universida­d de Granada) dejaba a socialista­s y populares a un latido del empate técnico (apenas siete décimas de ventaja para el PSOE), mientras que IU cedía algo más de un punto de su resultado del 2012 y Podemos irrumpía con un 6,6% de los sufragios.

Luego, otras encuestas han acentuado la presencia de Podemos, en paralelo al gradual retroceso de populares y socialista­s. De hecho, aunque el PSOE mantiene en algún sondeo una ventaja amplia sobre el PP, la formación que lidera Susana Díaz habría caído casi nueve puntos con relación a su voto del 2012 y ob- tendría ahora poco más del 30% de los sufragios. Ese limitado respaldo podría reducir la ventaja de los socialista­s sobre los populares a apenas tres puntos, mientras que Podemos se acercaría ya al 20% de los sufragios e IU se movería por debajo del 10%.

En definitiva, y pese a que el PSOE sería ahora –y a diferencia de hace tres años– el partido más votado, Susana Díaz podría quedarse aún más lejos de la mayoría absoluta que entonces. Si en el 2012 Griñán se situó a ocho escaños de la mitad más uno de la Cámara andaluza (y el PP a cinco), Díaz podría quedarse hoy a quince. Según algunos sondeos, la presidenta andaluza lograría alrededor de 40 diputados, empareda- da entre un centrodere­cha y una izquierda radical que reunirían una cuota de voto y una cosecha de escaños (en torno a 30, respectiva­mente) bastante similares.

Ahora bien, lo ocurrido en los últimos meses dibuja una tendencia en la que el futuro podría ser aún peor para los socialista­s (o mejor, por supuesto, si Podemos no cumple finalmente las expectativ­as que ha suscitado). Pero, por ahora, si España, como Sevilla, tiene un color especial, es el de Podemos. Y la opción de arreglar las cosas desde Madrid para combatir más eficazment­e al partido de Pablo Iglesias e intentar deshinchar­lo a escala estatal exige primero ganar en Sevilla… antes de que sea demasiado tarde.

Combatir eficazment­e a Podemos e intentar deshinchar­lo a escala estatal exige primero ganar en Andalucía

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